_
_
_
_
GUERRA EN EL GOLFO

La frontera basurero

El paso entre Irak y Jordania, un vertedero maloliente en el que se agolpan miles de refugiados

GEORGINA HIGUERAS, ENVIADA ESPECIAL, El paso fronterizo de Al Ruweished se ha convertido en un basurero infecto y maloliente por el que deambulan miles de árabes y asiáticos a la espera de encontrar un medio de transporte que les devuelva definitivamente a su país. El temor a ser pasto de la guerra del golfo Pérsico es su único impulso. El éxodo masivo que colapsó la semana pasada la única puerta que Irak había dejado completamente abierta se ha reducido considerablemente en estos dos últimos días. A pesar de ello, aún son muchos los refugiados que duermen exhaustos sobre restos putrefactos de comida, botellas rotas, latas y todo tipo de desperdicios abandonados por las más de 200.000 personas que han huido de Kuwait e Irak a través de Al Ruweished.

Varios centenares de tailandeses, llegados desde Kuwait en autobús, llevaban más de un día bajo el sol del desierto a la espera de solucionar su papeleo de emigración y de que Bangkok enviase, como se había comprometido con las autoridades jordanas, un avión a recogerlos.Sin hablar ni árabe, ni inglés, sin comprender ni el país donde habían ido a ganar unos dólares ni por qué se lo había tragado Irak, los tailandeses trataban de dormir sobre las basuras, reclinadas sus cabezas sobre las maletas que contenían sus únicas pertenencias.

Indolentes, detrás de la alambrada que los separaba de coches y autobuses, apenas abrían los ojos cuando se les hacía una pregunta. Parecían una manada de animales asustadizos.

El doctor Alí al Kayed es uno de los seis voluntarios de la Media Luna Roja que el viernes pasado, cuando Jordania decidió reabrir la frontera cerrada por 36 horas, acudió a Al Ruweished para atender a las decenas de miles de emigrantes que se encontraban al borde de la desesperación. De Ginebra, llegaron entonces también dos enfermeras y un doctor del Comité de la Cruz Roja Internacional.

El equipo ha levantado una pequeña tienda en el mismo paso fronterizo y en sus dos primeros días de trabajo repartió incansablemente medicinas entre numerosas personas deshidratadas, diabéticas, afectadas por la disentería u otras muchas enfermedades, pero, sobre todo, agotadas por la huida a través del desierto.

Para todas ellas sus principales enemigos fueron la avalancha de gente que las hizo marchar como hormigas por colas kilométricas y el sol de justicia que convertía en espejismo cualquier esperanza de poner fin a la pesadilla iniciada con la entrada de los tanques iraquíes en el rico emirato petrolero, el pasado día 2.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En las últimas 24 horas han debido de cruzar unas 5.000 personas, pero la semana pasada cruzaban hasta 20.000 por día", señala el doctor.

Puerta abierta

Tras la invasión de Kuwait, Irak abrió su frontera con Jordania el día 7 y anunció que se permitiría salir a todo el que lo quisiera, a excepción de los ciudadanos de países occidentales. Comenzó entonces un éxodo que una semana más tarde se convirtió en estampida, debido a la confusión sobre quiénes serían los elegidos por el régimen de Sadam Husein como rehenes o "invitados para impedir una guerra".

Jordania, con una población de tres millones de habitantes que ya sufría las secuelas del regreso de sus propios emigrantes en Kuwait, que ascendían a unos 100.000 individuos y de la vuelta de otros 300.000 palestinos, sintió que se desbordaba completamente con aquel río humano.

Llamamiento al exterior

El Gobierno hizo entonces un llamamiento a la comunidad internacional para que le enviaran desde medicinas a alimentos, pasando por ropas y tiendas con las que montar campamentos para albergar a la gente hasta que tenga un medio de salida hacia su patria.

Cuando la ayuda apenas ha hecho acto de presencia, el río comienza a secarse y de no estallar la guerra, parece que quedará reducido a un goteo más o menos intenso. De hecho, Ammán manifestó que limitaría la entrada de refugiados a un máximo de 20.000 por día. El flujo de nuevos llegados ya se ha reducido por sí solo a unos 6.000 diarios, aunque sigan sin evacuar miles de ellos.

"He dejado Bagad porque todos mis amigos se volvían a Egipto y no me iba a quedar yo solo", señala Mohamed Salem, un obrero que llevaba dos años trabajando en Irak donde existe una colonia egipcia que supera el millón de personas.

Salem, con otros cinco compañeros tomó un autobús en la madrugada del domingo y 10 horas más tarde se encontraba en Al Ruweished tratando de mentarse en otro vehículo con destino al puerto de Aqaba, que se encuentra a tres horas de navegación de su país.

La semana pasada, se requerían cinco días para hacer este trayecto. Los emigrantes que vuelven ahora también son muy distintos de los que ya se encuentran en Egipto, o merodean por la capital a la espera de un avión que los transporte a lugares más lejanos. Los primeros en llegar fueron los que llevaban más tiempo en Kuwait; habían logrado trasladar a su familia y habían comprado un coche.

Los de ahora, son hombres solos, sin más posesiones que lo que llevan en la gran maletona de plástico que arrastran. Hombres que se apretujan como ganado en camiones, autobuses y barcos. Que se van sin saber muy bien por qué ni lo que les espera cuando salgan de Jordania.

El cobijo de los más pobres

El recinto ferial situado en las afueras de Amimán se ha convertido también en un gran corral, donde habitan los más desheredados, los emigrantes de Bangladesh. Para ellos no se sabe cuándo llegará la hora de partir.

Su Gobierno enzarzado en cómo sacar de la miseria a más de 100 millones de personas no ha tenido tiempo de escuchar el llamamiento de Jordania para que se lleve a estos cientos de emigrantes frustrados.

India, Filipinas, Pakistán y China países todos ellos con un gran número de ciudadanos en Kuwait e Irak ya han mandado varios aviones a recogerlos. Hasan Kazi y otros 47 habitantes de Bombay (India) contactaron con su embajada en Bagdad y se les aseguró que podrían tomar un vuelo cuando llegaran a Ammán.

"Dejamos Kuwait porque cada día es más difícil encontrar comida, pero no hemos tenido ningún problema, ni con el ejército ni con la gente. Lo único malo es el cambio de dinero que cada kilómetro es peor", señala Caz¡. Éste es uno de los afortunados que no ha perdido demasiado en la aventura kuwaití. Según dice, mandaba mensualmente su salario a su familia en Bombay y el cierre de los bancos le ha afectado poco. "Bueno, no he cobrado el salario del mes pasado ni de éste", murmura resignado.

Por otro lado, está previsto que mañana miércoles salga con destino a Jordania un avión Hércules de la Fuerza Aérea española con ayuda material para los miles de refugiados, principalmente egipcios, que tratan de huir de Irak a través de la frontera jordana. El avión militar de transporte, que ha sido fletado por la Agencia Española de Cooperación, trasladará un cargamente de alimentos, tiendas de campaña y medicinas, que permitirá dar asistencia a más de 1.500 personas, según la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Al frente de la expedición humanitaria viajará el director general de Cooperación con el Mundo Arabe, Mariano Alonso Burón.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_