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GUERRA EN EL GOLFO

El tiempo juega a favor de EE UU en el desierto saudí

ENVIADO ESPECIAL La impresión dominante en Dahran, la estratégica ciudad saudí, a la que siguen llegando masivamente efectivos militares norteamericanos, es que el tiempo juega a favor de EE UU, pues le permite cubrir ahora mismo dos objetivos: una instalación más perfecta de sus avanzados equipos bélicos y una aclimatación adecuada de sus tropas, necesaria para las duras condiciones del desierto; y, por otra parte, no se abandonan los intentos de diplomáticos para alejar el peligro de la guerra.

Como piensa más de un oficial estadounidense, los efectos del bloqueo a Irak aún todavía no se han dejado sentir. Dicho en otras palabras: es mejor no hacer nada que golpear antes de hora.

Pero este golpe puede llegar en cualquier momento y nadie lo descarta en Dahran, donde los misiles Scud iraquíes, cuyo alcance es superior a los 500 kilómetros y van al parecer provistos con armas químicas, destruirían a la población si apuntaran a este objetivo desde Kuwait. La noticia de que Sadam Husein ha instalado ya sus baterías dentro del territorio ocupado, sólo ha podido añadir angustia a los desconcertados saudíes, reacios a creer que el líder iraquí se haya marcado un farol, como apuntan algunas fuentes norteamericanas.

La complaciente prensa de Arabia Saudí (complaciente con sus autoridades) publica reportajes sobre las industrias estadounidenses que fabrican antídotos para el gas. Refiere que aquí llegarán en el mes de septiembre 85.000 equipos para sobrevivir a un ataque con armas químicas. Pero esta misma prensa elude la pregunta que todo el mundo debe estar haciéndose: ¿Tendremos una máscara y una ampolla de antropina cuando nos haga falta?

La respuesta más realista sería, por desgracia, la peor: todo parece indicar que no la tendremos. EL PAIS preguntó esto mismo ayer a su alteza real, el príncipe Mohammad Bin Fahd, hijo del monarca saudí y actual gobernador de la provincia del Este. ¿Hay máscaras para todos los ciudadanos? La máxima autoridad civil de esta región dijo: "Esperemos que sí". Al insistir este corresponsal en si sólo confiaba en ello o estaba seguro, el hijo segundo del rey añadió que esa cuestión no es de su competencia sino del Ministerio de Defensa. Poco antes, el teniente coronel saudí Ibrahim Sharaf, quien actúa como enlace entre el Ejército y los informadores acreditados aquí, fue rotundo: "Yo no sé nada de eso", pero la persona indicada para responder es el gobernador". Esta misma fuente señaló que no se habla al pueblo de máscaras y de cómo comportarse en un eventual ataque químico "porque queremos evitar el pánico". El teniente coronel Sharaf agregó que existe un plan ya estudiado para una evacuación.

El pueblo, pues, sabe que no sabe nada, a excepción de que los poderosos norteamericanos están aquí para sacar las castañas del fuego. Y esto es literalmente así. El mismo hijo del monarca indicó a un grupo de enviados especiales que el pueblo saudi ha respaldado plenamente la decisión de su Gobierno al pedir asistencia a los Estados Unidos. El príncipe dijo que no existen fricciones ni problemas entre este Ejército extranjero y el pueblo de Arabia Saudí. Y añadió: "Mi país no iniciará nunca una guerra".

Las autoridades saudíes demuestran interés por aproximarse en las circunstancias actuales a la opinión pública internacional, resaltando las virtudes magnánimas de un sistema político muy criticado en Occidente. .

Una sola familia controla a todo un pueblo. Los corresponsales fuimos invitados ayer a asistir a una sesión espectacular de majlis en el palacio del gobernador, situado al 30 kilómetros al norte de Dahran, en la capital de la provincia del Este, Damman. Allí, soldados ataviados con la típica ghutra blanca (una especie de chilaba), con el reloj de muñeca de oro y modernos fusiles automáticos, escoltaban al príncipe hasta un sillón estilo francés, donde tomó asiento para escuchar las quejas de los ciudadanos, súbditos de su padre. Algunos llegaban a hablarle como en confesión.

Otros le entregaban un papel con el ruego de que atendiera un problema personal. "Mi problema es un hijo con un tumor en la cabeza que quiero que lo lleven a un hospital de Riad, donde hay un buen médico", fue la petición de un hombre joven.

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