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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apertura de temporada

El tema viene de lejos. Allá por el XIX un autor justamente olvidado, Pedro de Novo y Colsón, escribió La manta del caballo: cuando el padre reserva la vieja manta del caballo para el abuelo sucio, el hijo le pide que la guarde para aplicársela a él cuando, inevitablemente, sea viejo y sucio. Benavente la copió después (lo hizo mucho): en vez de la manta del caballo, era la escudilla de madera, para que el abuelo, con su temblor de anciano, no rompiera la vajilla, la que el nieto quería guardar. Cito estos antecedentes como explicación de que el fenómeno social que tanto acusa nuestro tiempo es de otros y eterno; y la pregunta "¿qué hacemos con los viejos?", que se ha hecho frase, viene también de una obra de teatro de posguerra.Alonso Millán explica que es un autor comercial, que quiere hacer reír y que no va a más Esta actitud un poco soberbia contrasta con el hecho de que desde el principio de su carrera de 60 obras, dio trallazos sociales, muchas veces desde un mismo lado de los enfrentamientos, aunque ahora su comicidad caricaturice lo que podríamos llamar con más inclinación hacia la caricatura de los socialistas: una de las funciones del poder en todos los tiempos ha sido la de inspirar el chiste, y ahora, con la burguesía renacida, mucho más. Se ríen más.

¡Anda mi madre!

De J. J. Alonso Millán. Intérpretes:Gracita Morales, Analía Gadé, Marisa Lahoz, Carmen Roldán, Antonio Vega, Margarita García-Ortega, Manuel Salguero, María Luisa Bernal, José María Otero, Lili Murati Sol Diego, Fernando González, José María Estévez, Nino Bastida. Escenografía: Javier Mampaso. Dirección: Alonso Millán. Teatro Muñoz Seca. Madrid, 21 de agosto.

Tres ambientes

La obra, con su título de tiempos del astracán, plantea tres historietas en la que el protagonismo es el de la anciana, madre o suegra, que sobrevive demasiado, que es una carga y un fastidio. Una sucede en la casa de los pobres, otra en la de la clase media y otra en la de una riqueza de vips. Me extrañaría que desconociese tanto los tres ambientes, cuando está tan vivamente en el mundo; parece más bien que caricaturiza el lugar común que el público (el público de Alonso Millán, el de este teatro, el de estas actrices) espera ver; aquello que corresponde a la sensación que se tiene hoy de las clases sociales de actualidad y sus zonas débiles.Los pobres suministran material para el humor negro; la clase media, para la risa que da el hortera y el descoyuntamiento de cuerpos, y la alta (revistas del corazón), para mostrar su endeblez mental unida a una crueldad de fondo; naturalmente, de superficie. La elección de las tres actrices que interpretan a las ancianas supone ya una inclinación hacia esos objetos excedentes de cupo en las familias actuales. Gracita Morales, Margarita García-Ortega y Lilí Murati tienen las tres, además de su categoría, la virtud del teatro antiguo de humanizar sus personajes por muy esperpénticos o grotescos que sean, hacerles creíbles, atraer al espectador. Empalidecen a la estrella del espectáculo, Analía Gadé, que ha aceptado un personaje dividido en tres que está fuera de sus límites de defensa.

El resto de la compañía es de servicio, de oficio, dispuestos a todo para hacer reír. Entre ellos, las jóvenes starlettes que Alonso Millán presenta siempre y aligera de ropa, con gran alegría visual para los que no encontramos ninguna otra en el escenario. No sólo las mantiene en el escenario, sino que a las representantes de este abundante y grato género les regala butacas de patio y las sienta al lado de los personajes famosos para atraer a los fotógrafos. Este autor, este director, crea el ambiente en escena y en la sala. Una sala donde se había inventado la idea de la apertura de temporada, y se veía que una gran parte del todo Madrid está aquí en agosto, luciendo sus modelos y sus rayos uva; y el que, naturalmente, ríe y aplaude.

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