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Trotski

"Habiendo sobrepasado los límites del envilecimiento humano, Trotski ha caído en la trampa de sus propias redes y ha sido asesinado por uno de sus discípulos". En estos términos, 48 horas después del suceso, Pravda informaba del asesinato del ex jefe del Ejército Rojo, cometido el 20 de agosto de 1940 en Coyoacán por Ramón Mercader. Este militante estalinista de origen español trabajaba para la GPOU (nombre del futuro KGB) y había logrado infiltrarse entre los allegados a Trotski bajo el seudónimo de Jackson. Después de haber cumplido su pena de cárcel en México, fue a la URSS, donde murió en 1979.Expulsado de la Unión Soviética en 1929, el ex dirigente de la Revolución Rusa será la encarnación del mal absoluto y demoniaco para la burocracia estalinista y todas las generaciones de militantes comunistas formadas a su imagen. Con la etiqueta de trotskistas o a menudo hitIerotrotskistas, millares de comunistas serán ejecutados, encarcelados o excluidos, tanto en la URSS como en otras partes. Durante esos años, la GPOU puso en práctica medios colosales para poder llevar a cabo el asesinato. Ya un primer intento por parte de un comando integrado por 20 hombres y dirigido por el pintor comunista Siqueiros había fracasado el 24 de mayo de 1940. Trotski no fue herido.

El papel de Trotski durante la revolución, el contenido y calidad de sus escritos y su práctica política permiten conocer el odio que le tenían Stalin y sus seguidores. Proclamándose siempre partidario del marxismo revolucionario y del comunismo, Trotski fue uno de los únicos dirigentes bolcheviques en denunciar, desde la muerte de Lenin, el proceso de burocratización que conduciría a la dictadura estalinista, a la destrucción de la democracia y al abandono del internacionalismo revolucionario. A la inversa que sus antiguos compañeros durante los procesos de Moscú, no capitulará nunca y será capaz de explicar el mecanismo infernal que destruiría la revolución, el partido comunista y la III Internacional (1). Haciendo matar a Trotski Stalin pensaba haber terminado con esa mala conciencia permanente que no se contentaba con escribir y denunciar, sino que se esforzaba también en reunir a sus partidarios para la lucha en el seno de la IV Internacional, fundada en 1938.

Actualmente, ese sistema estalinista denunciado hace mucho tiempo a contracorriente por un puñado de trotskistas ha caído por el levantamiento de todos los pueblos que oprimía. Todo aquello que aún era tabú hace unos meses consumió los titulares de la prensa de los países del Este. ¿Es posible hablar desde ahora de la victoria póstuma de Trotski?

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Aparente paradoja de la historia: la mayoría de los dirigentes de la perestroika son antitrotskistas. último líder bolchevique que no ha sido rehabilitado, Trotski resulta siempre una molestia. Es indudable que los medios informativos soviéticos restablecen poco a poco su papel histórico. Algunos de sus escritos comienzan a publicarse tín-údamente. Hace poco tiempo, el general Volkogonov, director del Instituto de Historia Militar de la URS S, reconocía (2) haber encontrado en los archivos secretos de la policía la orden de asesinar a Trotski fechada en 1934 y firmada por Stalin, Vorochilov, Mólotov, Orjon¡kídzé. El principal organizador de esta sangrienta operación, actualmente con 85 años cumplidos, viviría todavía en Moscú. Los reformadores reconocen naturalmente el papel de Trotski en su lucha antiestalinista, pero le reprochan fundamentalmente haber sido bolchevique, revolucionano y comunista. "Su mayor error", explica el general Volkogonov, "es haber permanecido prisionero de una gran idea falsa: la idea de la revolución mundial- (2).

Forzado a dar rodeos por sus conservadores, Gorbachov no puede personalmente acusar a Lenin y a la Revolución Rusa, pero la lógica de su gestión y de sus reformas económicas lo lleva en esa dirección. El ala radical, erróneamente bautizada la izquierda, no tiene ese pudor y puede verse a Borís Yeltsin o a Afanásiev rechazar al. mismo tiempo a Lenin, a Stalin y a Trotski y preguntarse si estaba bien fundamentada la Revolución de 1917. Es decir, que el precio que se pagará por el estalinismo será mucho más alto de lo previsto y, por el momento, comunismo y estalinismo-van juntos en la conciencia de millones de personas que creen ver

en la economía de mercado y en el modelo occidental la única alternativa al drama que han vivido hasta ahora. No hay ninguna duda de que el tiempo jugó un papel importante en la conmoción de los espíritus que tuvo lugar en el Este. Se recordarán los programas de los consejos obreros húngaros en 1956, los de la Primavera de Praga en 1968 e incluso los de Solidaridad en 1981. Todos aún se inscribían en la perspectiva de una sociedad socialista democrática. Pero el fracaso económico

de estos últimos aflos y la continuada represión estalinista acabaron con cualquier esperanza de una reforma del sistema y desacreditaron, esperemos que sólo por un tiempo, la propia idea del socialismo. Por tanto, es posible comprender el carácter minoritario en los países del Este de los grupos portadores de un proyecto socialista antiestalinista. Crecer les llevará tiempo, el de la experiencia en las leyes del mercado y las nuevas desigualdades sociales que sin duda creará. Por el contrario, y es la gran experiencia de lo que sucede en el Este, esos grupos, como todos los demás, tienen derecho a existir.

Cincuenta años después de su asesinato, Trotski continúa perturbando. No se trata de que su obra y su práctica estén exentas de críticas, pero después de haber sido la mala conciencia de los sepultureros de la Revolución Rusa se convierte hoy en la de todos aquellos burócratas que después de haber adorado a Stalin encuentran súbitarnente en la señora Thatcher los valores y virtudes capaces de salvaguardar sus privilegios. Esa gente nunca ha sido comunista y, por tanto, siempre será antitrotskista.

En esta fecha aniversario, la actualidad del trotskismo no debe medirse por el número de militantes que se dicen pertenecer a él ni tampoco en referencia a un programa que estaría acabado y que la conmoción en los países del Este impedirá cuestionar. Por el contrario, no podría prescindirse de los análisis contundentes del fenómeno estalinista y de su lucha permanente contra esta sociedad capitalista en la que la socialdemocracía, lejos de ser una alternativa, es sólo un apoyo.

1. CF La revolución traicionada.

2. Entrevista aparecida en La Stampa del 26 de junio de 1990.

Alain Krivine es dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria francesa (trotskista).

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