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FERIA DE MÁLAGA

¿Quién llena la plaza de Málaga?

GONZALO ARGOTE, El jueves tampoco se llenó La Malagueta. Pese al importante triunfo de Emilio Muñoz el día anterior, figurar en el cartel Roberto Domínguez, el número dos del escalafón, y la presencia de Litri, con tantos adictos en el público joven y sobre todo en el femenino. No lo consiguió tampoco el domingo Espartaco. ¿Es síntoma de crisis en la Fiesta? Puede ser, lo importante es conocer las causas. Seguramente son varias. En una sociedad como la de los años noventa, de creciente confor, las plazas de toros, generalmente, son incómodas. Hace 40 años las entradas que sobraban en las ferias eran las de sombra. Hoy es un milagro agotar el papel del sol.

Pero hay causas más profundas que inciden en la retirada de la afición de los tendidos, y que el espectador ocasional no suple. El aficionado se está yendo de las plazas a causa de que es un espectáculo que pierde día a día la emoción. La falta de casta de las ganaderías y la falta de fuerza restan, cada vez más cotidianamente, emoción a un espectáculo que no basta con que tenga riesgo, y desde luego lo sigue teniendo, sino que además ha de estar presente en todo momento esa sensación de riesgo. Y hoy no lo está casi nunca.

Cebada/ Domínguez, Muñoz, Litri

Toros de Cebada Gago, terciados, blandos y nobles, excepto 6º, serio y pujante. Roberto Domínguez: pinchazo, media trasera (ovación); medía atravesada, descabello (ovación). Emilio Muñoz: bajonazo (ovación en los medios); estocada corta (ovación). Litri: pinchazo, estocada corta caída (algunos pitos); aviso, estocada caída y trasera, descabello (división de opiniones). Plaza de La Malagueta, 16 de agosto. Sexta corrida de Feria. Tres cuartos de plaza escasos.

La corrida de Cebada Gago, salvo el sexto toro, no daba ninguna sensación de peligro. Se acostaron varias veces. Doblaron las manos con frecuencia. Tomaron algunos como todo castigo un picotazo. ¡Mal asunto cuando al público empieza a darle pena de toro y no le preocupa la integridad del torero!

Los toreros llevan en el pecado la penitencia, pues si no triunfaron en buena parte se debe a que no se pudieron emplear con toros tan blandos. Siempre con la preferencia de las ganaderías comerciales. Pero no puede imputarse toda la responsabilidad a los toros, ni mucho menos. El Litri tuvo un sexto toro, hondo, con pujanza y nobleza como para haberle cortado las orejas. Aunque estuvo más decidido en el tercero, no se atrevió a poderle, y a pesar de que le dio muchísimos muletazos, tantos que escuchó un recado antes de montar la espada, en ningún momento se centró con él, y en todos los pases le enganchaba la muleta, hasta el punto de sufrir cuatro desarmes.

Muy indeciso

En el tercero, un colorao terciadito, estuvo muy indeciso, sin quietud alguna, como carente de valor, la característica, precisamente, que más fama le ha dado. Por supuesto, en ninguno de los dos hubo ni intento de litrazo, ni el menor atisbo de tremendismo. Antes al contrario, cautela máxima.

Roberto Domínguez llevó a cabo una faena desigual a su primero. Algunos muletazos de calidad entreverados con otros aliviándose. El toro se caía con frecuencia, y a mitad de la faena se quedó muy parado. Insistió el de Valladolid, pero sin fruto.

En el cuarto hubo un comienzo brillante, con muletazos por alto y quietud en las zapatillas. Un cambio de mano muy torero y uno de pecho fueron el prólogo, lo único destacable de su labor. Después, los muletazos sobre ambas manos carecieron de mando. El recurso a su espectacular descabello promovió la ovación que recibió al caer su enemigo.

A Emilio Muñoz se le cayó su primero dos veces estrepitosamente. Lo toreó con decoro sobre la mano derecha, a media altura, en una primera serie. La siguiente le resultó atropellada. Los naturales tuvieron más enjundia, aunque algunos los remató por arriba, sin duda para que no se le cayera, pero restaba belleza. En el quinto, inició la faena con un trincherazo espléndido. Hubo mando en los muletazos sobre ambas manos, aunque el temple estuvo ausente en varias ocasiones. Lo importante de Emilio Muñoz es que intentó torear de verdad, sin alivios. Que no lo consiguiera entra dentro del componente aleatorio que tiene este difícil oficio.

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