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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Infierno en Monrovia

LA DECISIÓN de EE UU de enviar sus marines a Monrovia para evacuar a los ciudadanos norteamericanos se explica por la situación apocalíptica que reina en la capital de Liberia y en otras zonas del país. Desde hace una semana, la guerra civil se ha extendido al barrio de las embajadas. Las ejecuciones han alcanzado unas proporciones espeluznantes: al asesinato en una iglesia luterana de unos 600 refugiados se agregan matanzas indiscriminadas en las carreteras, cometidas a sangre fría contra personas de etnias consideradas enemigas por el pelotón armado que controla la aldea o la barriada. Los cadáveres permanecen sin enterrar. El peligro de epidemias crece. La población de Monrovia vive en un estado de desamparo total, sin comida ni medicamentos. El hospital de San Juan de Dios, atendido por religiosos españoles, ha sido como un islote en el que se han salvado muchas vidas, pero sus reservas se agotan y está sometido al constante peligro de ser asaltado.Esta situación es consecuencia de una guerra civil iniciada hace seis meses en la que el presidente Doe, acosado en su palacio, es atacado por dos jefes rebeldes, Taylor y Johnson, enfrentados entre sí. Los tres bandos pelean unos contra otros, causando sufrimientos sin nombre a la población civil. Desde hace varios meses EE UU tiene una flota a la vista de las costas liberianas, pero sólo ha intervenido para proteger a sus ciudadanos. Hay que recordar que entre EE UU y Liberia, desde la creación de este país el siglo pasado, existe una relación especial, en cierto sentido más estrecha que entre metrópoli y colonia, ya que para muchos liberianos su raíz está en EE UU. Por eso, la pasividad norteamericana -tan diferente de lo ocurrido en otros lugares- ante una guerra civil más y más mortífera ha decepcionado a gran parte de la población liberiana, convencida de que tanto Doe como los rebeldes hubiesen tenido que aceptar un alto el fuego si EE UU hubiese actuado con nitidez.

Es probable que Liberia no ocupe una cota alta en la jerarquía de preocupaciones de la Casa Blanca y que ésta esté convencida de que, ocurra lo que ocurra, la dominación de ese país está asegurada. Pero hoy, al lado de la evacuación del personal de las embajadas, se plantean otros problemas ante los que la comunidad internacional no puede quedar indiferente. Urgen medidas de socorro a la población, como el abastecimiento del hospital de San Juan, y el Gobierno español debe actuar con celeridad en este punto. Por otra parte, hace falta potenciar una acción internacional lo más directa posible para presionar y lograr un cese de hostilidades. La reunión en Gambia de los jefes de Estado de África occidental, enfilada a lograr un alto el fuego para que luego un Gobierno provisional pueda convocar elecciones, es un paso positivo. Pero la realización de ese plan, teniendo en cuenta el caos reinante y los odios acumulados, exigirá un fuerte respaldo internacional: la OUA y quizá la ONU deberían ayudar con fuerzas internacionales para garantizar un mínimo de paz y orden en el periodo de transición.

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