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Tribuna
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Tendidos sin reserva

En Valencia la proporción de mujeres que acude a la plaza de toros es cada vez mayor. De todos modos, su presencia en el mundo taurino resulta bastante tradicional, pese a los comentarios que se han vertido sobre el papel decorativo que representa. Por un lado, aparece la vida familiar de un torero y la influencia que sobre él ejercen primero la madre y después la esposa. Por otra parte está la pura afición de la mujer a los toros y el tono machista de la mayoría de aficionados.Madres, hermanas y esposas constituyen el santuario de un torero. Casi todo gira a su alrededor. Ellos les brindan su vida y construyen cortijos en señal de gratitud por el sufrimiento constante que soportan durante años. En general, los hombres que viven del toro se declaran conservadores a ultranza. Sin embargo, esta imagen ha variado con la renovación de las figuras en la fiesta. Los jóvenes valores ya no son sólo muertos de hambre, con un poco de afición, y a la búsqueda desesperada del éxito. Hijos de ganaderos, descendientes de toreros, universitarios y probadores de fortuna componen las nuevas generaciones.

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Puerta grande para un torerazo

Dicen que las mujeres siempre se han dejado deslumbrar por todo aquello que suponga desafío. El ceñido y ostentoso diseño del traje de luces, los citadores movimientos del torero y su clara provocación de desplante frente al animal continúan generando artículos, libros y tesis doctorales.

Los más obtusos y retorcidos expertos del asunto comentan que las corridas de toros despiertan la líbido en las señoras. No comprenden que una mujer pueda sentir pasión y, además, disfrutar de una fiesta, considerada de y para los hombres.

Las feministas, al igual que en otras cuestiones, no han conseguido que las mujeres rechacen lo que pintores geniales como Picasso describen como un arte. Porque la discusión no radica en el sexo, sino en los deseos y cada día se acerca más público femenino a las plazas.

En el pasado estaba mal visto que una mujer fuera aficionada al fútbol y acudiera a los estadios o bien que se acercara a la plaza a ver una buena faena, al igual que a los hombres no se les permitía llorar en público. Pero cada vez más mujeres piensan que los tendidos no sólo deben estar reservados para señoras adineradas y bellas estrellas de cine.

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