Imanol Arias triunfó en el papel de Calígula

Ataviado de Calígula, Imanol Arias parecía más romano que Claudio, pero la multitud sabía de sobra que era Imanol. La noche del jueves quedó demostrado en Mérida que la popularidad en la televisión y en el cine es el mejor vehículo para ponerse una clámide y hacer el paseíllo en el teatro Romano, que en 1992 cumplirá 2.000 años.

El estreno en el festival de Mérida de Calígula, de Albert Camus, dirigida por José Tamayo al frente de su compañía Lope de Vega e interpretado por Imanol Arias y Ana Marzoa, ocasionó un tumulto sólo comparable al que días antes causaran Montserrat Caballé y José Carreras con la ópera Herodiade.

José Tamayo, el veterano director, apenas podía hablar, tras el éxito, de tanta emoción como le embargaba. Qué no pasaría por su cabeza cuando no sabía dónde meterse, al saludar con su ejército de actores, entre ellos 12 extras extremeños a los que arengó como un capitán de trirreme durante los ensayos.

Para el Calígula de Tamayo, el figurinista Juan Antonio Cindrón ha tenido que diseñar 36 trajes. Imanol, como corresponde a la lógica llameante e insana del personaje Calígula, iba con capisayos rojos y bermellones, y el público se derretía viéndole temblar, respirar entrecortadamente, pasar de la furia a la más cruel de las ironías. El contra punto de Ana Marzoa como, Cisonia es un acierto, aunque acabó contagiada del influjo del protagonista. Pero el resto del elenco -destacable la labor de Abel Folk como Quereas- arropó el esfuerzo de Imanol.

Después de la representación, las buscadoras de autógrafos surgían de debajo de los venerables pedruscos, y damas encopetadas no les iban a la zaga. José Tamayo, ante tal invasión, recuperaba con dificultad el resuello, e Imanol Arias se veía que pensaba en la posibilidad salvadora de salir en helicóptero del recinto. Pero hubiese sido un final demasiado moderno, incluso para una obra tan de hoy como la de Albert Camus.