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La recuperación del tiempo perdido

Las nuevas relaciones internacionales, marcadas por un aumento de la globalización e interdependencia, van dejando a América Latina, en opinión del articulista, fuera de rumbo. Si la región no recupera el tiempo perdido en, pos de modelos conceptuales anacrónicos el desvío aumentará e imposibilitará su inserción en una comunidad internacional transformada de manera rotunda.

La coyuntura latinoamericana es la suma de unas singularidades nacionales, repetición de las distorsiones con que nos obstinamos en manejar la realidad social y política, tanto en el ámbito privado como en el público. La diferencia con el pasado consiste en que la globalización y la interdependencia van dejando a América Latina cada vez más fuera de rumbo. Ese desvío aumentará si persistimos en los modelos conceptuales anacrónicos.Superada la era de la guerra fría y de la coexistencia pacífica, el mundo ha aceptado su interdependencia inescapable. Y aunque resulta dispendioso cualquier intento por precisar las causas determinantes de las transformaciones que han afectado su gobernabilidad, no debe sorprender que la primera explicación para esa complejidad ' creciente esté en el empequeñecimiento planetario. No sólo por el acortamiento de las distancias y por la revolución de las comunicaciones, sino por el deterioro del clima mundial, los recursos naturales destruidos y no renovados crean un conflicto que aumentará en la medida en que el Norte empiece a sentir que depende de las reservas de oxígeno que anidan en el Sur.

Al mismo tiempo, el vacío tecnológico del Tercer Mundo se presenta como una grieta enorme que, con corta distancia física y de tiempo, separa de manera peligrosa dos porciones de un mismo globo planetario. El agravante está en que la revolución de las expectativas crecientes se alimenta en el hecho de que el acortamiento de distancias hace más agresivos los contrastes. En esta forma, el ejercicio del gobierno en América Latina no puede ser cosa distinta de administrar y atenuar al máximo estos contrastes. No con criterio conformista o de ocultamiento, sino con paciencia y pragmatismo, y con la comprensión de los hombres sabios: es decir, con los ingredientes que nunca tuvieron las ideologías dominantes. El crecimiento acelerado de la complejidad, combinado con la inminencia de conflictos y de contrastes, sólo se resuelve con la interdependencia constructiva. En una visión convencional y conformista, la acumulación de necesidades insatisfechas eleva los conflictos, con el agravamiento en el grado de ingobernabilidad. Sin embargo, la nueva democracia de participación tiene su principal fuente dinámica en la existencia de carencias colectivas, susceptibles de ser resueltas con el trabajo participativo de quienes las padecen. En ese terreno se produce el milagro de los recursos no convencionales. En el informe preparado para la Fundación Haminarskhold por Manfred Max-Neef y Felipe Herrera sobre el Desarrollo a escala humana, se da la clave para la creación de este nuevo horizonte:Los recursos"La diferencia entre recursos convencionales y no convencionales está en que los primeros se agotan en la medida en que se utilizan, mientras los segundos se pierden sólo en la medida en que no se utilizan". La anterior verdad axiomática representa la clave mejor para recuperar la credibilidad del Estado y para volver a la gobernabilidad de la sociedad descarriada.

Cuando se repasa el camino del endeudamiento externo es forzoso concluir que el énfasis menor se puso en la utilización de los recursos convencionales. Por eso tanto la palanca del crédito como la de los recursos para garantizarlo tenían que agotarse. Y aunque una porción importante de esa utilización resultaba indispensable, la movilización de recursos no convencionales habría multiplicado el efecto social-económico del crédito internacional y habría hecho menos oneroso el servicio de la deuda.

Tener conciencia de que esto es posible y saberlo trasladar a la teoría y a la práctica política es clave para recuperar la gobernabilidad de América Latina. Quedaríamos a mitad de camino si no contáramos también con una conciencia similar por parte de la comunidad internacional. Es fácil entender que mientras dos terceras partes de la humanidad permanezcan al margen del progreso material y científico, el sincronismo de la economía mundial será poco menos que ilusorio. Puesto que, como diría Raymond Aron, el carácter supranacional del orden económico hace indispensable que la prosperidad de todos se conciba como algo indispensable para la prosperidad de cada uno.

No es éste el marco en que se ha desenvuelto la relación entre América Latina y el mundo desarrollado. Ni Estados Unidos ni la Comunidad Económica Europea ni Japón han brillado por su comprensión de esta mutua conveniencia: el signo mercantilista ha predominado en las grandes áreas de relación con las potencias industriales; aunque América Latina ha demostrado un alto grado de incapacidad para presentar argumentos en contrario.

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Las buenas relaciones con Estados Unidos son un prerrequisito para nuestra viabilidad geopolítica y económica y para nuestra propia gobernabilidad. Hemos gastado demasiadas energías en alimentar unas relaciones de conflicto, aunque también es cierto que el aparato tecnoburocrático de Washington no se decide a vencer su arrogancia anacrónica. Volviendo a Raymond Aron, es incuestionable que .para Estados Unidos vale más un aliado difícil que un satélite rebelado en su fuero interno".

Al arribar a los 500 años del descubrimiento, Europa (España en ella) se reencuentra con América en el momento en que la Comunidad se constituye en la primera potencia económica del mundo. Resulta paradójico que cuando la unidad europea brota de un consenso de gobernabilidades, nuestra frágil preparación para el futuro se derive de una vida republicana precaria, en que día a día debilitamos nuestras estructuras políticas.Equilibrio globalCualquier escrutinio sobre el futuro de la humanidad debe partir de un análisis crudo alrededor de su estado presente de gobernabilidad. La globalización de la problemática que envuelve al hombre acentúa su necesaria interdependencia: tal hecho significa que cuando se borran las fronteras convencionales, los equilibrios individuales sólo pueden lograrse en el marco de un equilibrio global. Ese paradigma planetario ha sido descrito en un lúcido informe al Club de Roma por el profesor Ervin Laszlo, sobre metas para la humanidad y horizontes de la comunidad global. A partir de las duras experiencias que dejó la coexistencia pacífica durante los años sesenta, los líderes del mundo han debido entender que no basta coexistir cuando la mayor porción de seres humanos apenas sobrevive. Tampoco, según Laszlo, es suficiente reconocer la "interdependencia" como un hecho no correlacionado con la necesidad de "interexistir" dentro de una sociedad en que "todos ganan sin que otros pierdan".

El nuevo liderazgo de América Latina debe entender el mensaje de esa sociedad global en la que ha de insertarse con urgencia. Se ha perdido demasiado tiempo detrás de ideas falsas, como recordé al principio que advierte Octavio Paz. Lo cual no significa que deba abandonarse la esperanza: de nosotros, y solamente de nosotros, depende la recuperación proustiana del tiempo perdido.Belisario Betancur fue presidente de Colombia.

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