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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Contemporizar con Lenin

Quisiera redundar en lo que apuntó Juan Trías (20 de junio) y contemporizar con Lenin: las opciones de éste podían haber moldeado futuros muy diferentes, y es dificil pensar que en otras circunstancias y con otros protagonistas la historia pudiera haber tomado un sesgo tan perverso.Procedía de la Segunda Internacional: se había formado en sus debates y en sus métodos de lucha. El centralismo democrático no hacía a su partido muy distinto de los otros. Las circunstancias propiciaron que el trabajo clandestino cobrara más importancia entre los bolcheviques porque apenas tuvieron ocasión de actuar en la legalidad. Sí se produjo una ruptura definitiva con la vieja socialdemocracia cuando los socialistas de los principales países europeos traicionaron el ideal internacionalista y votaron a favor de la guerra.Creía que había que apoyarse en las grandes crisis para forzar las grandes revoluciones. El que adaptara su proyecto a las circunstancias dramáticas de la guerra no haría sus ideas populares o fácilmente asimilables en circunstancias más pacíficas. A los otros socialistas les bastaría con mostrarse desmemoriados y hurtar a su análisis y doctrina los años belicistas.

Quien idealice la revolución de febrero no debe olvidar que las opciones moderadas, que defendían el parlamentarismo (socialistas o no) y se opusieron al golpe de Estado / insurrección bolchevique, estaban a favor de la continuación de la guerra, se oponían al reparto de tierras (en plena revuelta campesina, burguesa) y no tenían la menor prisa por celebrar las elecciones a la Asamblea Constituyente. Es fácil desde la perspectiva actual, viendo lo que vendría después (una guerra civil ciertamente más funesta, la colectivización forzosa, el terror ...), estimar que esa guerrita de nada bien pudiera haberla aguantado pacientemente el pueblo ruso, que luego le pesaría haber sido tan díscolo y descontento, pero entonces el mantenimiento del país en un conflicto cuyos efectos sufría como ningún otro de los contendientes era un crimen dificil de soslayar. ¿De qué sirven además estas ridículas consideraciones ahistóricas? A los contemporáneos que tuvieron que sufrir las revoluciones inglesa o francesa, a cuantos les fue mal en las empresas humanas de mayor o menor trascendencia, de haber intuido el escarmiento antes, ¿hubieran obrado como obraron?

No cabe ahora la reescritura oportunista en este simpático Termidor. El partido de Lenin sí se apoyó en cierto consenso popular: obtuvieron la mayoría en los sóviets e incluso, posteriormente, en las elecciones parlamentarias. Todavía falta que alguien demuestre que haya habido revoluciones más legítimas, de mayorías absolutas y no de minorías más o menos cualificadas o bien situadas.-

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