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El ministro británico 'antigermano' tiene las horas contadas

Nicholas Ridley, el ministro británico que ha acusado a los alemanes de querer apoderarse de Europa, tiene sus horas contadas en el Gobierno. El clamor que exige su destitución no hizo sino crecer ayer y alcanzó presiones políticamente insoportables. Un destacado parlamentario conservador vendió la idea de una eventual dimisión con tonos positivos: "Es, de los miembros del Gobierno, el más allegado a Margaret Thatcher y sería la última persona en quedarse si eso le dañara a ella o al país".En este punto estaba casi toda la clase política británica de acuerdo: los exabruptos antigermanos, antifranceses y anticomunitarios de Ridley en The Spectator socavan enormemente la ya de por sí complicada posición europea del Gobierno de Thatcher. Los parlamentarios conservadores y de la oposición están convencidos de,que retirar las palabras ofensivas no es suficiente y que las opiniones vertidas por Ridley han quedado ahí para siempre.

El ministro llegó ayer por la tarde a Londres tras su viaje a Hungría y fuentes de Downing Street manifestaron que no estaba previsto que Visitara a la primera ministra. Políticos y analistas no daban mayor importancia a este detalle y coincidían en señalar que la cuestión no era ya "si va a dirnitir", sino "cuándo va a dimitir" Ridley.

Cualquiera que sea la salida tendrá repercusiones políticas inmediatas. Thatcher no deseaba reajustar este verano su Gabinete para dar sensación de armonía, pero Ridley se lo ha puesto difícil y la oposición va a celebrarlo. A los socios comunitarios les cuesta creer que este ministro de Comercio e Industria pueda seguir en el Ejecutivo. Thatcher ya sabe que el partido, con algunas excepciones, no apoya a Ridley.

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