Menem celebra su año en el poder con un criticado desfile militar
El presidente argentino, el peronista Carlos Menem, de 60 años, que ayer cumplió un año en el poder, decidió celebrar hoy un polémico desfile militar con ocasión de la fiesta nacional del 9 de julio para conmemorar el 174º aniversario de la independencia de Argentina. Menem quiere dar al desfile de hoy el sentido de una reconciliación nacional con las Fuerzas Armadas, pero unos critican el gasto elevado y otros el gesto hacia unos militares que torturaron y asesinaron a 10.000 argentinos durante los siete años de dictadura.
La decisión de celebrar un desfile militar hoy en Argentina resulta reveladora de la línea política de Menem. Durante el año que lleva en la presidencia, Menem sorprendió a propios y extraños con sus decisiones. Cuando se esperaba una vuelta al peronismo atávico y algunos le definían como "una Isabel Perón con patillas", Menem se ha mostrado como un político pragmático, sin inhibiciones ideológicas, capaz de iniciar el desmantelamiento de un aparato estatal deficitario e ineficaz, restablecer relaciones con el Reino Unido y, con dificultades, evitar un estallido social en una Argentina asolada por la crisis económica.Su aspecto, con unas patillas que rozan lo estrafalario, sus escándalos familiares y de faldas, su estilo, una mezcla entre el argentino de provincia y la influencia de la cultura árabe, su método de ",dejar pudrirse" los conflictos y aplicar otro ritmo diferente a la solución de las crisis han conducido con frecuencia a infravalorar a Menem.
"Este hombre marcha como las caravanas en medio del desierto citando sopla la tormenta de arena. Se tuercen, parece que se desvían de su ruta, pero siguen adelante". Así definía el estilo de Menem un veterano periodista argentino, que no se distingue por su devoción peronista.
Con frecuencia se acusa a Menem de traicionar al peronismo por su alianza con la derecha conservadora. Dice que sin guita (pasta) no se puede hacer populismo y que, si viviera Perón, haría hoy día lo mismo que él hace.
Sobre una base ideológica tan difusa como la del peronismo, "es algo que entra por la piel, que vosotros europeos no entendéis", resulta difícil aplicar a Menem las pautas de la ortodoxia peronista. No cabe duda de que Menem ha resultado en algunos aspectos un discípulo aventajado de Perón. Capaz de concitar en su torno a las más dispares personalidades y alianzas, Menem sueña con un ideal de armonía social, cuando lo único que se tiene para repartir es la miseria.
En su afán armonizador, Menem ha sabido, con realismo, identificar las fuerzas sociales con poder decisivo en Argentina, captar de dónde soplan los vientos en la política Internacional y poner en marcha la caravana al amparo de esa dirección del vendaval.
Por eso, Menem trató desde un primer momento de arrebatarle banderas a los militares y no vaciló en indultar a los golpistas carapintadas y anunciar la libertad hasta de los últimos condenados por asesinatos durante la dictadura. El desfile de hoy es una golosina más.
Consciente de la necesidad de entenderse con el mundo capitalista -Estados Unidos y la Comunídad Europea-, Menem no vaciló en restablecer con el Reino Unido las relaciones diplomáticas, rotas desde la guerra de Malvinas, y adherirse a la política del presidente de Estados Unidos, George Bush, quien no vacila en cubrirle de elogios.
No vaciló Menem en llevar adelante un programa privatizador, en contra de la tradicional doctrina peronista.
Las televisiones públicas, teléfonos, aerolíneas, petróleo, nada parece resistir a la furia privatizadora del Gobierno menemista, que está dispuesto a abrirse al capital internacional, una bestia negra del viejo peronismo. Para cumplir su objetivo, Menem no vaciló en aliarse con el enemigo tradicional del peronismo, la oligarquía criolla, y provocar la escisión de la columna vertebral del movimiento peronista, los sindicatos.
La economía es el caballo de batalla y será la piedra de toque que, al final, servirá para valorar a Menem.
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