La fuerza de Andalucía
Andalucía se redescubrió a sí misma en 1980 (referéndum autonómico) y consideró al PSOE en ese momento como su partido, no dejando de renovarle su confianza en la década siguiente.La Andalucía eterna, la Andalucía de Averroes y Séneca, de Velázquez y Pícasso, de Lorca y Machado, reencontró sus señas de identidad cuando supo hacer compatibles sus ansias de autonomía con su españolidad y eso sólo era políticamente posible con el mismo partido gobernando en Sevilla y Madrid y cerrando el círculo virtuoso: con un andaluz en la presidencia del Gobierno.
Pero a diferencia de épocas pasadas en las que Andalucía hizo gran parte de la historia de España, identificándose Andalucía con España y España con Andalucía, perdiendo en el empeño parte de su propio ser, ahora Andalucía tiene un protagonismo político propio que implícitamente reconocen los propios partidos de la oposición al afirmar que de lo que ocurra en Andalucía depende el futuro político de la nación toda.
La sintonía del pueblo andaluz con el PSOE es tan profunda y sólida que recuerda la vinculación de ciertos partidos fundacionales con el nacimiento de una nación.
Los andaluces tienen hoy el legítimo orgullo de haber acertado en el camino elegido.
Encender una vela
Decía Aldai Stevenson: "No te quejes de las tinieblas, enciende una vela". Pues bien, el pueblo andaluz, al que se le ha querido eternizar en el conformismo, la resignación y el pesimismo, no encendió una vela, sino un potente foco y no está dispuesto a que se lo apaguen y volver a la oscuridad.
En la reciente campaña electoral se ha querido tapar con asuntos secundarios lo que es el tema mayor: el inicio de transformación más importante acontecido en el menor espacio de tiempo en la historia de Andalucía. Especialmente desde 1986 (comienzo de la recuperación económica) hasta 1990: Andalucía creció a más de 6% se crearon más de 350.000 puestos de trabajo netos, se multiplicaron por siete las inversiones extranjeras y por cuatro la creación de nuevas industrias y empresas. En estos cuatro años crecieron los salarios por encima de los precios, es decir, se elevó el nivel de vida. Pero es más, por primera vez Andalucía no es tierra de emigrantes, sino que acoge a trabajadores de fuera. En 1990 se matricularon casi tres veces más vehículos que en 1984. Los espacios protegidos pasaron del 1% al 17% de la superficie de Andalucía, lo que indica la prioridad medioambiental. Por primera vez todos los niños andaluces tenían un puesto escolar y se universalizó la Seguridad Social.
Aunque quizá el cambio más espectacular se ha dado en infraestructuras: en cinco años se ha construido tanto como en el resto del siglo XX. En 1990 habrá 700 kilómetros de carreteras de alta capacidad. En 1980 había sólo 100. Ello ha supuesto multiplicar por seis las inversiones de 1982.
¿Se puede sensatamente ignorar esta realidad?, ¿sirve de algo ocultarla, manipularla o sustituirla? Pues eso es lo que han intentado, sin éxito, los partidos de la oposición y algunos medios de comunicación. Hemos llegado a oír incluso, ante la tozudez de los hechos, que eso lo hubiera hecho cualquier Gobierno, que no tiene mérito.
Caído del cielo
Es más, se ha llegado a decir que la Exposición Universal de Sevilla no tiene nada que ver con el gobierno del PSOE, que es como si hubiera caído del cielo por arte de magia. Claro que los mismos decían fuera de Sevilla que el PSOE, dirigido por sevillanos, se lleva todas las inversiones a la capital de Andalucía, discriminando al resto de las provincias andaluzas y españolas.
Nada ni nadie ha conseguido engañar al pueblo andaluz: el 60% piensa que se vive mejor que en 1986.
Tres grandes errores han cometido, a mi juicio, la oposición político-social en la campaña electoral andaluza:
El primero, insultar insistentemente al cuerpo electoral llamándole inculto y analfabeto por votar al PSOE o llamar voto cautivo a todo ciudadano que recibe rentas del Estado (pensionistas, funcionarios, receptores de algún tipo de subvención o ayuda, beneficiarios del PER, etcétera), lo que es especialmente ofensivo para el orgulloso andaluz que pobre o menos pobre se siente, con razón, dueño de su destino y, por tanto, de su libre opción a la hora de votar. La gente nos preguntaba si ese discurso -el de la oposición- significaba que iban a hacer desaparecer ayudas socialmente necesarias si ellos gobernaban.
La segunda equivocación fue presentar a candidatos que, con todo respeto a las personas, no tenían perfil de presidenciables y eso lo capta siempre el electorado. Es más, la oposición presentó en 1986 a mejores candidatos que en 1990, lo que provocó que una franja del electorado no muy entusiasta con el PSOE prefiriera a este partido por ausencia dramática de alternativa.
Error de la patronal
El tercer gran error fue cometido por la patronal andaluza al dedicar la mitad de la campaña a regatear el permiso retributivo a los trabajadores de las cuatro horas para ir a votar.
Los tres errores acercaron al PSOE muchos votos de gente humilde, de votantes reflexiones y de trabajadores, respectivamente, que no habían decidido su voto al comienzo de la campaña.
En general, no sólo los políticos de la oposición sino también algunos comentaristas y publicistas confunden su mundo con el mundo y a la opinión publicada con la opinión pública, sacando conclusiones abusivas de datos parciales, como, por ejemplo, que las críticas al PSOE, que son frecuentes en lugares públicos o no públicos, significaban que el que las hace no va a votar a dicho partido. Por cierto, que otro de los argumentos utilizados en esta campaña -el de un supuesto miedo al poder- no se compadece con esa crítica abierta al PSOE que, también supuestamente, existe en Andalucía.
La pregunta no es, pues, si queda o no mucho por hacer en Andalucía porque es evidente que si se escala una montaña de 5.000 metros queda una gran parte por subir cuando se van por los 500 metros, sino saber si se está subiendo. Y está claro que la respuesta es positiva para la inmensa mayoría de los andaluces.
La alta abstención tiene una explicación fácil y no hay que buscar razones escondidas. Sencillamente, el buen tiempo y la confianza en los resultados desmovilizaron a un gran número de ciudadanos.
En fin, los resultados del 234 deben ser motivo de reflexión profunda, no sólo para la oposición, especialmente IU, muchos de cuyos militantes y votantes se preguntarán si sigue teniendo sentido en los años noventa votar comunista o si, por el contrario, la dirección de la historia debe ir llevando todos los votos de izquierda hacia el socialismo democrático que representa el PSOE, hacia la casa común de la izquierda, que es el partido de Pablo Iglesias.
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