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JAZZ

El arqueólogo sabio

Cuando Lew Tabackin fue a la escuela se encontró con que el único instrumento que le habían dejado sus compañeros era una triste flauta. En vez de enfurruñarse por no poder competir con ventaja en la batalla de los grandes metales, la estudió en profundidad y pronto se vio recompensado al comprobar que el 80% de lo que había aprendido con tan humilde objeto, le servía también para el saxo tenor que había empezado a tocar en una orquesta de adolescentes, formada por el famoso cantante Frankie AvaIon. Hoy día posee uno de los sonidos más varoniles de la escena del jazz. Lo que son las cosas.Tiene aspecto de arqueólogo sabio, y como tal sabe dónde están los tesoros del jazz: Duke Ellington, Coleman Hawkins... Pero con el simple aditamento de un sombrero campestre podría pasar también por instintivo zahorí, capaz de localizar, a la primera, el arca perdida de Sonny Rollins; aquella que quedó enterrada en el Village Vanguard de Nueva York en noviembre de 1957. Donde otros músicos saquean, Tabackin contempla y añade a tanta joya, una hermosa perla blanca. que enriquece sin desentonar.

Lew Tabackin Trío

Lew Tabackin (saxo tenor y flauta), Pierre Boussaguet (contrabajo), Mark Taylor (batería). Precio: 2.000 y 1.500 pesetas. Café Central. Madrid, 25 de junio al 1 de Julio.

Africanos

Es saxofonista locuaz, vehemente y pasional y concede al tono y al ritmo máxima atención, como si tuviera siempre presentes los idiomas africanos en los que la palabra, en este caso la nota, es casi lo que menos importa. Adaptar la gran música orquestal de Duke Ellington a un trío formado a la imagen del de Sonny Rollins de los años 50 es para Tabackin un juego de niños, y es que no cae en la trampa de la fusión y prefiere yuxtaponer.Pierre Boussaguet acompañó con elegancia aunque como solista tiende a ponerse melancólico en exceso. Mark Taylor también estuvo discreto y sus solos al menos sirvieron para dar descanso a Tabackin, aunque fatigaron innecesariamente al resto de la concurrencia.

Como flautista, Tabackin hizo realidad sus sueños en 1974 al comprar un modelo francés, fabricado en oro sólido de 14 quilates, marca William S. Haynes que debe valer una fortuna y que encaja en su barba rubia como si la hubieran hecho especialmente para él. Extrae de tan aristocrático instrumento sonidos bellos e hipnóticos y, aunque lo tocara en el mismo centro del desierto, es seguro que saldría de entre las dunas algún animalejo dispuesto a danzar con su son.

Finalizó su completísimo concierto con la canción que inició la historia del saxo tenor: Body and soul. Después nos dijo que por él tocaría toda la noche pero que había que respetar a los vecinos. Todos le creímos a pies juntillas, porque tiene tanto instinto musical que hasta a una zanfoña podría sacarle sonidos variados.

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