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Al borde de un ataque de nervios

Marcos Peña

El autor considera exagerados los ataques de la CEOE contra el control sindical de los contratos y propone un análisis sereno y desapasionado. Sin embargo, advierte que el excesivo celo por parte de las centrales en la lucha contra el fraude puede acabar convirtiendo a éstas en moles burocráticas y a los sindicalistas en funcionarios diligentes, dado que el control afecta a cinco millones de contratos.

La verdad es que sería saludable un análisis sereno y desapasionado de los acuerdos Gobierno-sindicatos sobre contratación laboral, que han alcanzado su máxima expresión en el proyecto de ley sobre derechos de información de los representantes de los trabajadores en materia de contratación, que fue acordado el pasado 22 de mayo.Pero uno tiene la impresión que en el presente caso es mucho más interesante el ruido que la nuez, y que por tanto lo que debe ser serena y desapasionadamente analizado es la contestación de la patronal a estos acuerdos.

El meollo de la cuestión es el siguiente: "El empresario entregará a la representación legal de los trabajadores una copia básica de todos los contratos que deban celebrarse por escrito, a excepción de los contratos de relación laboral especial de alta dirección...".

Y para respetar el derecho a la intimidad -en un país que te piden el carnet de identidad hasta para ir a bailar-, esta "copia básica no contendrá los datos del DNI, del estado civil y del domicilio...".

No exagerar

Éste es el contenido exacto de lo acordado. Y no otro. Por lo que conviene no exagerar. Sacar a relucir ahora a los "cornisarios cibreros" porque el "inspector de Trabajo comunicará a los representantes de los trabajadores su presencia en el centro de trabajo" me parece hasta demasiado.

Pero es que los inspectores de Trabajo van por los centros de trabajo de incógnito? ¡Por Dios!

Y por todo esto ha llamado la patronal borracho a Manolo Chaves, mentiroso a Solchaga y ha vaticinado para un futuro, quizá no muy lejano, la sovietización de la economía española.

Pero vamos a ver, la obligación de entregar la copia básica, ¿reduce la capacidad de ganancia?, ¿debilita la estructura organizativa, técnica o productiva de la empresa?, ¿afecta a la competitividad?, ¿incrementa los costes de producción?, ¿disminuye el tiempo de trabajo efectivo?... ¿Sí o no?

Sin embargo, yo de esto no oigo hablar. No oigo hablar, en definitiva, de por qué estos acuerdos impiden a los empresarios conseguir los objetivos que legítimamente persiguen.

La crítica es eminentemente formal y legalista, y esto en nuestro país ya empieza a ser una enfermedad... Que si a mí me han dicho que en el derecho comparado tal, que si el estatuto, que si el desarrollo legislativo, etcétera.

Da la impresión de que la cúpula patronal extravía su destino empresarial -definido por Agnelli como "máxima ocupación compatible con máxima competitividad"- y se consuela con una extraña adición jurídica, académica, burocrática, formal...

Ya está bien, hombre, con esto del derecho comparado, que, por definición, en el ámbito que nos ocupa, es casi incomparable; parece que con tal de no informar sobre los contratos escritos se aceptaría el derecho comunitarlo en bloque.

Como, por ejemplo, la institución italiana ""liquidazione fine rapporto", que fija una indemnización de un mes por año de servicio cuando se rescinde el contrato, "cualquiera que sea su causa", despido procedente o improcedente, baja voluntaria, jubilación, etcétera... O el artículo 99 de la ley alemana del Consejo de Empresa, que establece la codecisión para los nuevos contratos en las empresas de más de 20 trabajadores. Codecisión he dicho, que no información, ¿esto es lo que se acepta en bloque?

Limitándonos a los argumentos jurídicos, y para acabar ya con esto, yo creo que tiene razón el profesor De la Villa cuando afirma que la novedad de estos acuerdos tampoco es que sea para tanto, pues más amplitud tenía el propio artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores cuando decía que "los empresarios habrán de notificar a la representación legal de los trabajadores ... los contratos realizados...".

Y como todo jurista sabe, añade De la Villa, notificar, en derecho, significa "dar copia íntegra, que no básica, del texto". Y claro que esto es así, lo que sucede, o sucedía, con esta obligación es que tenía tantas virtudes como el asno hablador, es decir, todas, salvo la existencia.

Irritación

Pues no fueron suficientes 10 años de vida del estatuto para conseguir su alumbramiento. Y ahora, sin embargo, con los acuerdos que nos ocupan, el verbo se ha hecho definitivamente carne.

Yo, sinceramente, no comprendo tanta irritación. Comprendo el malestar por no haber estado presentes, pero ahí me quedo. Nada de lo restante soy capaz de entender, ¿por qué un ataque tan furibundo? ¿Por qué? Sólo caben juicios de intenciones, y cuantos menos hagamos, mejor, pues no suelen llevar a ningún sitio bueno. Imaginarse que lo que de verdad quiere la patronal es torpedear la segunda fase de la concertación, "si me he puesto así por esto, ya verán ustedes cuando me toquen los fondos de inversión", o pensar que la información sobre los contratos importa un pito y que lo que de verdad se quiere es cercenar desde el comienzo toda posibilidad de acercamiento, o de acuerdos bilaterales, entre los sindicatos y el Gobierno, es tarea de escasa rentabilidad.

Lo que importa, y sorprende, es que para nuestra patronal esta información supone sovietizar la economía española. Lo que nos queda es la desproporción existente entre la crítica y la realidad de los propios acuerdos. Y yo, de verdad, tengo mis dudas de que esta oposición tan desaforada sea compartida por toda la patronal.

Por ejemplo, las poderosísimas empresas públicas, que son contribuyentes de lujo en la CEOE, ¿es que no tienen nada que decir?, ¿comparten las críticas?, ¿es que están perfectamente representadas? No sé, pero lo dudo.

Acabemos ya, y quizá lo más útil sea destacar lo más positivo, que no lo negativo, de los acuerdos.

Es un bien de utilidad social, dificilmente contestable, la recuperación del clima de diálogo entre Gobierno y sindicatos. Y seamos serios, por favor, hasta hace muy pocos meses esto es lo queexigía todo el mundo.

Tampoco es malo, ni mucho menos, robustecer los derechos sindicales de información; pues miren, es obvio que sólo se puede solicitar responsabilidad a quien conoce, y es evidente que sólo se puede negociar de verdad con quien está informado.

Resultaría sorprendente que se quisiera concertar con los sindicatos un pacto de progreso o de competitividad, que parece que va a ser la mundial, y que a la par se les negase la información sobre los nuevos trabajadores que se incorporan al mercado de trabajo; que ingresan, en definitiva, por primera vez en su área de representación.

Y es estupendo, y hay que decirlo así, que estos acuerdos contribuyan al fortalecimiento sindical.

Siguiendo con Agnelli -para no levantar sospechas-, me viene a la cabeza su respuesta a una pregunta de Arrigo Levi incluida en el libro Intervista sul capitalismo moderno.- "¿Cómo deben ser los sindicatos en el capitalismo moderno?". "En mi opinión, ante todo, deben ser fuertes. Sí, es ciertamente útil que sean fuertes". Pues por aquí me parece haber oído recientemente que lo que hacen los sindicatos es engañar a los trabajadores. Pues vamos bien.

Fraude

Por último, lo acordado -y recogido ya definitivamente en el proyecto de ley aprobado por el Consejo de Ministros del 1 de jiunio- persigue evitar el fraude, y esto está muy bien, pero sólo un matiz: al año, los contratos que nos interesan son más de cinco millones, ¡cuidado!, no sea que el celo antidefraudador termine convirtiendo a los sindicatos en moles burocráticas, y a los sindicalistas, en funcionarios diligentes. Se lo dice un funcionario, señores, sería peor el remedio que la enfermedad.

es en la actualidad inspector de Trabajo.

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