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Un 'topo" pasó a Marruecos un documento secreto de Exteriores

Un topo infiltrado en el Ministerio de Asuntos Exteriores español ha suministrado a Marruecos un documento confidencial con el resumen de la conversación que mantuvieron recientemente el jefe de la diplomacia española, Francisco Fernández Ordóñez, y el número dos del Frente Polisario, Bachir Mustafá Sayed, según revelaron fuentes de la Administración.

La existencia de este topo causa preocupación entre los responsables del Gobierno no sólo porque informa a Rabat, la capital con la que Madrid mantiene relaciones más difíciles, sino porque puede dañar la imagen de España entre unos aliados europeos y atlánticos que transmiten habitualmente documentos a las autoridades españolas, confiados en que no acaban en manos de un país tercero, Exteriores ha redoblado las medidas de seguridad para impedir que se repitan hechos de este tipo.El 16 de mayo pasado, Fernández Ordóñez recibió en la sede de su ministerio al responsable de relaciones exteriores del Frente Polisario. A la entrevista asistieron, por parte española, los directores de Africa y de la Oficina de Información Diplomática, Jorge Dezcallar y Juan Leña, respectivamente; el director del Instituto de Cooperación con el Mundo Arabe, Mariano Alonso Burón, y el subdirector del Magreb, Miguel Angel Moratinos, que fue el encargado de redactar un resumen de la reunión, enviado ese mismo día por telegrama cifrado al embajador de España en Rabat.

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La investigación abierta por el Ministerio de Asuntos Exteriores no logra 'cazar' al espía

Viene de la primera páginaTres días después de la entrevista, el jefe del principal servicio secreto español (Cesid), general Emilio Alonso Manglano, se puso urgentemente en contacto con el número dos de Exteriores, el subsecretario Inocencio Arias, para comunicarle que tenía la certeza de que el texto íntegro de ese telegrama cifrado obraba en poder de la Embajada de Marruecos en Madrid.

Manglano no precisó cómo había llegado a esa conclusión su servicio de inteligencia, pero sí señaló que estaba prácticamente seguro de que el documento había sido conseguido por la Embajada marroquí en Madrid y no a través de la Embajada española en Rabat.

En consecuencia, la filtración partía del Ministerio de Exteriores, donde sus sospechas se centraban en el servicio de cifra de los telegramas y en la dirección general de África, aunque tampoco se excluía a conserjes, mujeres de la limpieza, etcétera.

Reticencias del Cesid

Arias decidió abrir una investigación y para llevarla a cabo pidió ayuda al Cesid, pero Manglano contestó que, por muy discreta que fuese, la presencia de sus hombres en el palacio de Santa Cruz, levantaría sospechas y estimaron que sólo podían brindar al subsecretario un "apoyo externo" en sus pesquisas que, hasta el momento, no han dado ningún resultado.

El puñado de altos cargos de Exteriores que están al corriente de lo sucedido son escépticos sobre la posibilidad de cazar al espía y consideran que la lección a sacar de este incidente debe de consistir en reforzar la seguridad en su ministerio.

Aunque han sido mejoradas con motivo de la presidencia española de la Comunidad Europea en el primer semestre de 1989, las medidas de seguridad vigentes en Santa Cruz aún distan de las que imperan en otros ministerios europeos.

El contenido del documento objeto de espionaje es de escasa relevancia, ya que, según la información oficial facilitada en su momento, en la conversación entre los representantes españoles y saharuis se trató del aumento de la ayuda humanitaria y cultural.

Los próximos 2 y 3 de julio el jefe de la diplomacia española recibirá en Madrid a su homólogo marroquí, Abdelatif Filali, para preparar la cumbre bilateral que se celebrará en Marruecos en el segundo semestre de este año con la asistencia del presidente Felipe González.

España, Francia y el Magreb, objetivos marroquíes

España y Francia son, en Europa, junto con Argelia y Mauritania, en el Magreb, los principales objetivos del espionaje marroquí. En España, el interés de los agentes de Rabat se centra, por un lado, en la política exterior -fundamentalmente la posición sobre el Sáhara y el Magreb-, la defensa y Ceuta y Melilla, y, por otro, en la inmigración marroquí en Madrid, Barcelona, Andalucía y Canarias.Nada menos que cinco funcionarios adscritos a la Embajada de Marruecos y con pasaporte diplomático trabajan, según el semanario Interviú, para el espionaje marroquí. Su jefe es Nagib Walali Loudyi, acreditado como agregado comercial, y le secunda el agregado militar, coronel Mohamed Temsamani, residente en Madrid desde hace 14 años.

Pero la red más tupida de agentes marroquíes gravita en torno a los consulados en los que Rabat se apoyó para a mediados de esta década, fomentar asociaciones sociales o religiosas como Wedadia (Amistad). El objetivo es doble: encauzar a la inmigración y utilizarla también como fuente de información, sobre todo desde que descubrió que la revuelta de Nador de enero de 1984, en la que hubo que lamentar entre 100 y 200 muertos, fue en parte instigada por elementos integristas árabes asentados en Andalucía.

Ni que decir tiene que Marruecos es, a su vez, un objetivo prioritario de la inteligencia española, y el Centro Superior de Investigación de la Defensa (Cesid) cuenta con antenas no sólo en Casablanca, Rabat y Tánger, sino en Tetuán y Nador, para vigilar, entre otras cosas, los paseos por Melilla de uno de los responsables regionales de los servicios marroquíes, el coronel Mohamed Kaddur (véase EL PAÍS del 23 de agosto de 1987).

Durante años, Manglano contó por lo menos con un agente en el séquito del rey Hassan II, el coronel E. de Z., que daba clases de equitación a los hijos del monarca (véase EL PAÍS del 1 de junio de 1986).

Marruecos tiene, por último, una larga tradición de colaboración con la CIA norteamericana, cuyos cimientos puso el general Vernon Walters cuando conoció al príncipe heredero Hassan, siendo éste un adolescente. "El programa de asistencia de la CIA ayuda a Hassan a mantenerse en el poder", asegura el periodista estadounidense Bob Woodward en su libro Veil: Las guerras secretas de la CIA 1981-1987. A cambio de su apoyo, "Hassan permitía a la CIA y a la NSA [agencia de seguridad dependiente del Pentágono] una virtual libertad total de acción en su país".

Sólo en agosto de 1984, cuando se anunció la unión entre Libia y Marruecos, estuvo a punto de peligrar esta estrecha cooperación, pero el rey dio entonces "seguridades personales de que las actividades delicadas no serían expuestas a riesgo", y el presidente Ronald Reagan ordenó que continuase la ayuda. En cuanto surjan sospechas, precisó Reagan, la CIA deberá interceder directamente ante el monarca.

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