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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presidente de Rusia

LA ELECCIÓN de Borís Yeltsin como presidente de la República Rusa tendrá consecuencias profundísimas. Es quizá el hombre más popular de la URSS y se ha perfilado en los últimos años como el principal rival de Gorbachov. El peso de Rusia en el conjunto de la URSS -más de la mitad de la población y las tres cuartas partes del territorio- acrecienta el significado de su elección. A partir de ahora, y Yeltsin lo ha afirmado desde el momento mismo de su elección, Rusia reivindicará el derecho a administrar sus riquezas, exigirá la prioridad de sus leyes sobre las de la Unión y, con ello, se trastocará el equilibrio de fuerzas.En teoría, esas demandas de independencia y soberanía no son incompatibles con las tesis que Gorbachov ha esbozado sobre lo que podría ser una nueva unión de repúblicas independientes. Pero lo grave es la agudización de las tendencias centrífugas en toda la periferia de la URSS. Al caso de las repúblicas bálticas hay que sumar, de momento, el incremento del independentismo en Ucrania y Georgia, puesto de relieve en las recientes elecciones. En Armenia, los choques sangrientos, con más de 20 muertos, demuestran hasta qué punto se agudiza la voluntad de independencia. En ese marco, la elección de Yeltsin agrega un factor nuevo, y su invocación al derecho de secesión no deja de ser una demostración por el absurdo de que la URS S, tal como hoy existe, ya no puede seguir. La nueva federación -si es que se crea- tendrá que ser negociada entre todas las partes.

La elección de Yeltsin es preocupante, sobre todo si sus querencias populistas y su ambición desmedida le empujan hacia la lucha por el poder supremo, en competencia con Gorbachov, lo que podría ser desestabilizador. Pero no es fatal que ello suceda. Si acepta, en cambio, las responsabilidades que ahora puede asumir, los efectos de la elección de Yeltsin quizá no sean negativos. Sobre todo si se contempla su triunfo en un marco político más general: el del avance electoral de los partidarios de una reforma radical.

Por otra parte, Rusia ha sido considerada como el principal bastión de los sectores conservadores que quieren la vuelta al pasado. Ahora tiene un presidente que propugna una reforma más rápida y radical que la del Gobierno soviético. Es un signo elocuente de la debilidad de los conservadores. Sin embargo, la mayoría que eligió a Yeltsin fue muy estrecha, y todavía está por ver cómo se constituyen el Gobierno y los otros órganos de poder en Rusia. En ese orden, cabe destacar la iniciativa tomada por Yeltsin de poner en marcha una concertación entre los grupos parlamentarios del Sóviet Supremo ruso para llegar a soluciones de compromiso. Si los frutos de esta negociación son apreciables, es posible que estimule pasos semejantes en la política de la Unión Soviética y, sobre todo, un acuerdo entre radicales y partidarios de Gorbachov. Un camino cada vez más necesario en esta fase de amenazadoras tormentas.

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