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George Adams, a la vuelta de los toros

El saxofonista nortamericano abre un ciclo de jazz en Madrid

Encima del escenario es todo un espectáculo. Se contorsiona, se pone en cuclillas, grita como los indios y, hasta hace fotos al público. Contagia su alegría y no es fácil borrar del rostro de George Adams la sonrisa mientras actúa. La próxima vez es posible que se le pueda convencer para que toque en la banda de la plaza de toros, aunque confiesa sonriente que en esas condiciones no podría concentrarse en la música.

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Con brillo propio

Por fin ha conseguido entradas para los toros y ha tenido suerte, porque ha podido ver a Morenito de Maracay. George Adams se ha quedado perplejo viendo a un hombre de su raza vestido de luces y portando estoque. Parece sincero cuando habla con. entusiasmo del Café Central -donde ha inaugurado un cielo de jazz-, de Valladolid y de la calle Orense. Le encanta el carácter español. "Es vibrante", dice.Tiene 50 años. Viene tocado con su sempiterno bonetey vestido con un llamativo blusón que también es marca de la casa. Es jovial, amable y no regatea palabras. "Reconozco mi deuda musical con el gospell y el rhythm & blues, pero tomo elementos de todo aquello que me parece valioso", afirma. Cuando se le pregunta sobre los músicos más influyentes de la escena del jazz actual, George Adams cita en prirner lugar a Sonny Rollins; después a Miles Davis, Wayne Shorter, MeCoy Tyner y termina con el recientemente fallecido Dexter Gordon. A todos ellos les consielera artistas de vanguardia.

Su estilo, vehemente y emotile proporciona numerosas ciportunidades de tocar con diferentes formaciones, desde la orciuesta de Gil Evans al cuarteto cle McCoy Tyner. Evoca con eariño su etapa con el legendario Charles Mingus: "Con él aprendí a tener aspiraciones y a dirigir un grupo con firmeza y tacto". Confiesa que se deleita con las cosas naturales, el canto de los pájaros o el ruido de la lluvia cayendo sobre los tejados. "Aprecio todo tipo de música: clásica, hindú o africana", dice. Por donde no pasa es por la new age: "Está dirigida por la industria y es algo excesivamente programado".

Por su profesión le conviene que el jazz tenga futuro halagüeño y así lo augura: "No se puede perder una música que hermana a los hombres y que tiene tan notable poder de convocatoria en todo el mundo". Su separación de Don Pullen ha levantado comentarios suspicaces, pero él explica con claridad: "Simplemente a cada uno le apetecía tener una banda propia, eso es todo".

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