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Tribuna:PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS DEL APROVISIONAMIENTO PETROLERO SOVIÉTICO / y2
Tribuna
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Libertad y dependencia

Los países de Europa del Este, con una producción local muy modesta, tienen una dependencia petrolera casi total de la Unión Soviética. Este hecho les ha supuesto en la práctica un beneficio considerable, ya que los soviéticos, por razones políticas, han subvencionado fuertemente tanto sus ventas de petróleo y productos como de gas natural a los mismos. Las increíbles oportunidades que la revolución de Gorbachov ha abierto a estos países, al permitir su transformación en economías de mercado con Gobiernos democráticos, tendrán como lógica contrapartida en el campo energético una desaparición de las subvenciones y la obligación de pago en divisas fuertes, lo cual puede plantearles en el corto y medio plazo serios problemas de pagos exteriores.

Economías subvencionadas

Desde 1973 a 1981 los países de Europa del Este, excepto Rumania (*), recibieron subvenciones en los precios del petróleo y gas natural equivalentes a unos 70.000 millones de dólares, en un intento por parte de los soviéticos de evitar la recesión en las economías de sus aliados, sacrificando para ello sus propias y perentorias necesidades internas.

Pero no sólo se subvencionaron los precios; además estos países no pagaban sus importaciones en divisas, sino en productos, normalmente manufacturados; de hecho Checoslovaquia y la RDA suministraron grandes cantidades de equipo (de baja calidad) para la industria del refino soviética. A partir de 1982, la fuerte elevación en los costes marginales de capital de la producción petrolera en Siberia obligó a reducir las subvenciones, pero al objeto de atenuar el impacto sobre las economías del Este, los soviéticos les permitieron el mantenimiento de grandes déficit en rublos transferibles en las cuentas de su comercio bilateral.

El fuerte descenso en los precios del petróleo a mediados de los años ochenta haría más sencillo este ajuste, pero las ineficiencias intrínsecas de las economías socialistas eran ya demasiado grandes para evitar el colapso. Las tasas de crecimiento de estos países, encabezadas por la de la propia Unión Soviética, caerían a casi cero a mediados de la década, la inflación se dispararía y los déficit exterior y presupuestario alcanzarían valores récords. Que la energía estuviera o no subvencionada era un problema más en un sistema económico totalmente ineficiente que se estaba desmoronando.

Aprovisionamiento

Después de haber atendido puntualmente durante décadas la demanda creciente de los países del Este, los soviéticos se vieron obligados a reducir sus entregas de petróleo y productos de 74, 3 millones de toneladas en 1987 a 71 millones en 1988, cifra que mantuvieron en 1989. Pero para 1990 la situación se ha hecho ya insostenible, y se han anunciado reducciones para el primer trimestre que varían entre un 20% y un 50% de los volúmenes contractuales.

Bulgaria ha tenido que recurrir ya a importar crudo OPEP, concretamente de Irán, y ha concluido un acuerdo de importación de gas natural de un millón de t. e. p. para completar los seis millones de t. e. p. anuales que importa de esta energía la Unión Soviética. Checoslovaquia ha tenido que recurrir a Siria, Hungría a Irak y Polonia a Irán para completar sus suministros. De momento, estas compras, todas de pequeño volumen, han sido realizadas en régimen de intercambio, pero antes o después tendrán que pasar a ser pagadas en divisas fuertes, y esto planteará un problema importante a las economías de estos países.

Una manera de soslayarlo y de la que tal vez las empresas petroleras europeas, incluidas las españolas, puedan obtener ventajas, es el llegar como ha hecho Hungría a un acuerdo en el sector refino-distribución, para a través de intercambios bilaterales adquirir crudo kuwaití y simultáneamente permitir el acceso de éstos a la comercialización de productos petrolíferos en este país.

Esto puede ser tanto más atractivo para empresas europeas cuanto que la situación en los mercados petroleros de la CE, con la casi única excepción de España, se encuentra fuertemente deteriorada desde el punto de vista de márgenes y oportunidades de inversión aceptables. Evidentemente hay un riesgo cierto, ya que nadie puede prever hoy cómo acabarán las reformas económicas en los países del Este, pues las primeras reformas han empeorado la situación, algo que parecía imposible, y puesto de manifiesto la enorme complejidad del cambio. Pero, con todo, no es un riesgo mayor al que hoy supondría pretender tomar posiciones en el sector distribución comercialización de Francia, Italia o Alemania, donde la competencia es tal que es casi imposible el implantarse sin sufrir pérdidas importantes.

La producción petrolera soviética ha entrado en una fase de descenso, que a corto plazo va tener consecuencias económicas significativas. Dada la crítica situación económica en la que se encuentra el país, parece obvio que los soviéticos no pueden renunciar ni a un solo dólar de ingresos de unas exportaciones que les aportan el grueso de las divisas que necesita su economía. Confrontados simultáneamente con una disminución de la producción, lo único que pueden hacer es reducir sus entregas a los países de Europa del Este y, en general a todos los del CAEM (Consejo de Asistencia Económica Mutua, bloque comercial de los países del Este puesto en marcha en 1949 como respuesta al Plan Marshall), que no pagan sus importaciones en divisas, y reducir su consumo interior vía conservación y sustitución por gas natural Esta es la única respuesta posible a corto plazo, y aparentemente es lo que están empezando a hacer.

Ineficiencias

Sin embargo, a medio y largo plazo, los soviéticos no tienen más remedio que corregir las gigantescas ineficiencias de su sistema energético, tanto del lado de la producción como del lado de la utilización. Para lo primero van a necesitar ayuda de Occidente, y si esta realidad se acepta y se toman las medidas oportunas para ello, la Unión Soviética puede conseguir mejorar significativamente a largo plazo su producción y sus reservas. Para lo segundo, sólo la introducción de un sistema de precios racional permitiría que la sociedad soviética se tomara la conservación en serio.

Pero el problema con los precios en una economía centralmente planificada es que las medias tintas (por ejemplo, que los planificadores fijen los precios a niveles parecidos a los del mercado libre) no sirven para gran cosa, por la sencilla razón de que el proceso de toma de decisiones en estas economías funciona de tal forma que la variación de precios no modifica significativamente el comportamiento ni de los productores ni de los consumidores.

En definitiva, no basta con acercar el sistema de precios planificados al mercado, hay que cambiar muchas más cosas. De hecho, la experiencia reciente en las economías soviética y polaca demuestra que las reformas parciales no sólo pueden fracasar, sino hacer que las cosas vayan mucho peor.

Para los países de Europa del Este, el problema depende de lo que hagan los soviéticos. Si sólo rebajan parte de los suministros y siguen vendiéndoles el resto dentro de un marco de comercio bilateral, las dificultades de ajuste serán menores.

Si, por el contrario, los soviéticos se olvidan de consideraciones políticas (que al final no les han servido absolutamente para nada), y plantean el tema en términos estrictamente económicos, los países del Este tendrán que buscar entre 15.000 y 20.000 millones de dólares anualmente para asegurar su aprovisionamiento energético, algo que puede crear problemas muy serios unas economías sumidas en una profunda crisis y en los comienzos de un gigantesco proceso de cambio

Rumania fue exportador neto de petróleo hasta 1975. Desde entonces ha importado crudo tanto de la Unión Soviética como de Oriente Próximo, pero siempre lo ha pagado a precios de mercado y en divisas fuertes, Roberto Centeno es catedrático de Economía de la Universidad Politécnica de Madrid.

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