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Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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Crítica al alimón: musica y toros

Cuando la música comenzaba en Madrid su moderna historia era frecuente la práctica de un raro uso, no carente de significación: la unión, en la misma persona, de las funciones críticas sobre música y toros. Quizá el hecho se debía, en parte, a que no pocos pioneros de nuestras sociedades filarmónicas eran, a su vez, grandes taurófilos. Así, del espectáculo taurino, con Reverte, Bombita, Algabeño o Machaquito en el ruedo, el cronista se dirigía al Real y desde el denominado "palco de los sabios" seguía la "faena" de los divos, a veces sacados en hombros del local y en ocasiones meneados con furor por los exigentes del "paraíso".No se piense que esta duplicidad músico-taurómaca era cosa de figuras secundarias de la crítica, pues la practicaron primeros escapadas, como Eduardo Muñoz, Carmena y Millán, Peña y Gofti, élix Borrell o Pascual Millán, estan duchos en sonidos como en verónicas y algunos de los cuales han dejado obras importantes sobre las dos materias.

Los Borrell constituyeron todo un grupo de presión. Procedían de Tarragona y poco después de mediar el siglo vinieron Madrid para instalar una farmacia en la calle Mayor, trasladada después a la Puerta del Sol. Filarmónicos y prowagnerianos, llegaron a recibir el remoquete de "los maestros boticarios de Núremberg". Los dos hermanos, fundadores de la farmacia y de la tertulia en su rebotica, eran José y Félix y es el hijo de éste, Félix Borrell Vial, dado ías artes -música, pintura- el crítico de referencia.

Entre casa Lhardy, su propia farmacia y el café Español, frente al Real, se creó un círculo melómano en el que coincidían un Manrique de Lara, un Aranzadi, un Peña y Goñi, un Saint-Aubín y cuantos impulsaban entonces la vida musical de la época. Hace unos años, un nieto de Félix, Ignacio Aguirre Borrell, publicó el excelente libro de su abuelo, firmado con el seudónimo de F. Bleu, Antes y después del Guerra. También hemos recuperado un precioso tomo de Pascual Millán (Alegro para la música y Varetazos para las corridas), redactor de El País y La Correspondencia titulado Toros en Madrid, puntual historia de la fiesta desde sus orígenes hasta la erección de la entonces nueva plaza de toros, en 1874.

Antonio Peña y Goñi, donostiarra, estudió ciencias, letras y música y añadía a la duplicidad toros-música su competencia en materia de pelota vasca. Polemista apasionado y escritor prolífico, Sainz de Robles elogia su buena y amena prosa, aunque Clarín no era del mismo parecer cuando le escribe pidiéndole un diccionario de la música, para mejor entender sus crónicas, a cambio de lo cual él le enviará uno de la lengua española. Su volumen sobre La ópera española equilibra su selección de crónicas taurinas tituladas ¡Cuernos!

Otra obra básica es la de Luis Carmena y Millán Crónica de la ópera italiana en Madrid, gracias a la cual podemos saber día a día cuanta ópera se estrenó en los teatros madrileños desde 1783 hasta 1878, incluidos los repartos. Andante en la música y Minuto en los toros, Carmena, hombre erudito, nos dejó un centón de noticias en sus apuntes bibliográficos denominados Tauromaquia (Ducazcal, 1888), reeditados por la Unión de Bibliógrafos Taurinos en 1971.

De Eduardo Muñoz, crítico musical en El Globo y taurino en El Imparcial, esperamos todavía una reedición de sus más señalados trabajos. Pasó la época de tan curiosa duplicidad crítica, aun cuando entre los melómanos y literatos perviva la afición a la fiesta taurina y la alusión en las obras de algunos de nuestros compositores, desde Granados a Tomás Marco, en tanto un Andrés Amorós mantiene vivos sus amores por letras, pentagramas y ruedos, por no hablar de la generación de 1927 surgida a medias a la sombra de Góngora y de un legendario torero: Ignacio Sánchez Mejías.

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