Cambio de rumbo
LA REFORMA económica presentada ayer, jueves, al Sóviet Supremo supone una revisión dramática de las concepciones fundamentales que han sido la base, hasta ahora, de la existencia de la URS S. No exagera el jefe del Gobierno Rizhkov al decir que esa reforma supone "una reinterpretación, no sin dolor, de todas nuestras ideas del socialisino". Después de cinco años de vacilaciones, desde que en 1985 Gorbachov inició la perestroika, y de varios intentos de abordar la crisis económica con medidas parciales -todos ellos fracasados-, por fin el equipo gorbachoviano se ha decidido a pasar el Rubicón. Incluso realizada de manera gradual, y con un periodo transitorio durante el cual el Estado seguirá controlando los precios y otras palancas económicas, la reforma se encamina de manera irreversible hacia la economía de mercado.El punto que más debates ha provocado es el de los precios. En el sistema actual, éstos no responden a ninguna ley económica. El Estado invierte sumas gigantescas -causantes de un déficit insosteniblepara mantener a nivel bajo los de los artículos de amplio consumo. La decisión de acabar con este sistema y de liberalizar los precios tendrá un profundo coste social, pero es la condición sine qua non para que pueda empezar a funcionar un verdadero mercado. La reforma prevé medidas compensatorias -elevación de salarios, ayudas a familias numerosas, jubilados, parados, etcétera- para aminorar las consecuencias de la elevación de precios para los sectores económicamente más débiles, pero poniendo en primer plano, como objetivo central, la necesidad de avanzar hacia la economía de mercado.
Con ese mismo objetivo, los otros puntos esenciales de la reforma son la de sestataliz ación de una parte considerable de los bienes y medios dé producción y la apertura al mercado mundial. Son transformaciones que, en un continente como es la URSS, con situaciones tan diversas, darán lugar a problemas complejísimos, en cierta medida imprevisibles en el momento presente. Para llegar a la conversión del rublo, el proyecto prevé diversas etapas, de tal modo que su aplicación sea escalonada y abarque cada vez operaciones comerciales más extensas. Es evidente que el Gobierno soviético, sin tener aún mucha claridad sobre la forma que podrá revestir la privatización en el plano interior -en un país sin propietarios privados-, desea fomentar al máximo las inversiones extranjeras, desarrollando en particular las empresas mixtas, como uno de los motores de la reforma.
El gran interrogante que la refoma suscita es el de si Gorbachov encontrará una base popular, social, política, para ponerla en marcha y cumplir los objetivos previstos. La propuesta de someterla a un referéndum es arriesgada. Nunca de manera tan clara un pueblo debería expresar su aceptación de una etapa de vacas flacas, aunque sea con la esperanza de acceder a una situación mejor. Quizá el argumento más sensato para que Gorbachov gane el referéndum es que las vacas están ahora tan flacas que casi es inimaginable una situación peor.,
En esta coyuntura, las tensiones a las que está sometido Gorbachov son preocupantes: además del enfrentamiento con los bálticos, se enconan sus relaciones con los radicales del Grupo Interregional, que acaban de ganar las alcaldías de Moscú y Leningrado. Sin embargo, para el éxito de la reforma económica es fundamental un entendimiento entre gorbachovianos y fuerzas democráticas situadas a su izquierda.
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