Toreo de capa

J. V.La corrida de ayer en Las Ventas -una de las más amenas de la feria- tuvo las interesantes novedades de que se produjo el toreo de capa, al fin, y hubo competencia en un tercio de quites. Ahora vendrá la discusión sobre cuál toreo de capa fue mejor, pero lo importante es que renaciera esta bellísima modalidad torera en una corrida, y lo significativo, que entusiasmara al público. Porque opiniones interesadas que vienen del taurinismo quieren hacer creer que al público contemporáneo lo único que le interesa es el toreo de muleta.

Evidentemente, no es cierto. Ocurre, más bien, que los propios toreros han ido acostumbrando al público a una caricatura de lidia, en la que los dos primeros tercios son puro trámite pues han eliminado de ellos suertes fundamentales y de gran emoción como las de varas, las de capa y hasta las de banderillas.

Entre los distintos estilos del toreo de capa destacaron ayer las versiones de la chicuelina, que ejecutaron los tres espadas. Más recias las de Julio Robles, más armoniosas y auténticas las de Roberto Domínguez, más ceñidas las de Rafi Camino, que resultaron de escalofrío. En cambio los lances a la verónica -suerte reina del toreo de capa-, esos los ejecutó mejor que ninguno Julio Robles. Traerse al toro toreado de delante, embeberlo en la franela cargando la suerte, vaciar con precisión, ganar terreno tras cada lance hasta rematar en los medios, ese es el toreo a la verónica verdadero del que Julio Robles dio una interpretación acabada.