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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Indicadores ambiguos

HACE AHORA poco menos de un año que el Gobierno adoptó un fuerte paquete de medidas económicas con el objetivo de reducir, de forma suave, el ritmo de crecimiento económico que producía fuertes desequilibrios en el frente de la inflación y del déficit exterior por cuenta corriente. Transcurridos 10 meses desde entonces, los resultados del plan de enfriamiento no se acaban de ver claros.Los indicadores económicos muestran situaciones distintas que permiten análisis dispares, y ello sin tener en cuenta la distinta fiabilidad de las cifras que aportan. La evolución de la tasa de inflación, en lo que va de año pegada prácticamente al 7%, pone difícil la consecución del objetivo máximo del Gobierno de llegar a fin de año al 5,7% y algo más fácil conseguir que los precios en diciembre sean inferiores a los del final del ejercicio pasado. La ligera reducción de la inflación subyacente en los últimos meses permite albergar algunas esperanzas mayores respecto de su control, si bien la repercusión de los costes laborales sobre los precios no se ha dejado notar todavía en toda su intensidad.

El desequilibrio exterior, aunque sigue siendo muy importante, parece estar contenido en los niveles del año pasado, lo que sería un dato positivo. Pero las exportaciones no acaban de tirar y lo que se ha conseguido ha sido gracias a una moderación en el ritmo de las importaciones. El previsible golpe del turismo, que debe producirse en los meses de verano, podría agravar el déficit por cuenta corriente. La Encuesta de Población Activa (EPA) muestra que el ritmo de creación de empleo sigue siendo fuerte, aunque menor al registrado el año anterior, y que el desempleo sigue disminuyendo a pasos que no pueden considerarse malos. El ritmo al que las contrataciones temporales están sustituyendo a los empleos fijos debería, en cambio, empezar a preocupar a las autoridades económicas porque, aunque es cierto que parece favorecer el empleo total, la precarización que conlleva puede terminar siendo excesiva.

Los datos sobre la evolución monetaria en los dos últimos meses, especialmente en abril, parecen mostrar una aceleración de liquidez monetaria, que puede traducirse en un mayor crecimiento real o en tensiones inflacionistas larvadas de cierta importancia que terminarán estallando con el paso de los meses. Junto a los posibles trasvases de unos activos financieros a otros que difuminan la tendencia real, todo parece indicar que, descontado este efecto, estamos asistiendo a un crecimiento monetario que, de mantenerse, pondría en peligro los objetivos fijados para el año sin medidas adicionales. Puede ser una burbuja debida a la inyección de liquidez que la mayor parte de la población ha recibido en los dos últimos meses gracias a las devoluciones de Hacienda, el pago de la deuda social, la recuperación del poder adquisitivo por la mayor inflación del año pasado y las subidas salariales pactadas en los nuevos convenios. Pero también puede ser un nuevo cambio de tendencia en el crecimiento monetario que refleje un mayor crecimiento de la actividad.

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Por último, la encuesta de presupuestos familiares del primer trimestre del año muestra una fuerte caída del consumo de bienes duraderos en relación al trimestre anterior, pero no de los bienes de consumo corriente. La encuesta, no obstante, no mide la evolución del consumo, que indicaría si la demanda decrece o no, sino la estructura del mismo.

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