La casa común

La tercera jornada de este festival constituyó un acto de reafirmación: el jazz moderno existe, tiene poder de comunicación y también se produce, y de forma importante, a este lado del océano, en Europa. Más allá de escuelas y tendencias, una casa común en la que los grandes avances del pasado sirven de punto de partida para las nuevas Individualidades.John Surman es un compositor de talento, pero primero debe advertirse en él su excelencia como instrumentista, tanto en los saxos soprano y barítono como en el clarinete bajo. Portrait of a romantic, uno de los temas de su último disco, más que un retrato es un autorretrato: una particular voz sensible en cada uno de sus instrumentos. En su banda actual figuran habituales compañeros: el valioso John Taylor (piano), el eficiente contrabajista Christ Lawrence y John Marshall, que, en la batería, se le vio lejos de sus primeras potencias. En su música hay las precisas señas de la singularidad, el camino propio.

El cuarteto siguiente se presentaba en liderazgo compartido y dio un nuevo tirón a la música. David Friedinan es alguien verdaderamente llamativo en su instrumento, del que consigue sacar fuego y el vigoroso ataque del real swing (tal vez Friedrnan es el primer discípulo de Coltrane en el vibráfono). La confederación europea presentaba tres cabezas de fila: el pianista italiano Franco d'Andrea, sustantivo, enérgico y personal, alguien importante; el contrabajista checo Miroslav Vitous, que, acostumbrado al liderazgo, también sabe contribuir a la causa de un grupo; y el baterista suizo Daniel Humair, una verdadera máquina del ritmo. En su música, la convicción de que la densidad es también generadora de belleza.