Filipinas y EE UU negocian el futuro de las bases
Filipinas y Estados Unidos iniciaron ayer en Manila las negociaciones sobre el futuro de la presencia militar norteamericana en el archipiélago en medio de un clima de fuerte nacionalismo y de una escalada de protesta popular contra Washington. Dos soldados norteamericanos fueron asesinados por la guerrilla comunista el pasado domingo y más de medio centenar de personas fueron detenidas ayer en manifestaciones habidas en diversos puntos de la capital.
Sobre la mesa negociadora está en juego el futuro de la base aérea de Clark y el de la base naval de Subic, así como de otras cuatro instalaciones menores, cuyo arriendo expira el 16 de septiembre de 1991 conforme al tratado militar que los dos países suscribieron en 1947. Clark, que se halla a unos 80 kilómetros al norte de Manila, es el cuartel general de la división aérea que opera en el Pacífico Occidental y en el Índico. Subic, a unos 80 kilómetros al noroeste de la capital, alberga a la VII Flota.En total, 40.000 soldados y civiles norteamericanos viven en estas bases consideradas como el eje central del poder militar norteamericano en Asia. Estados Unidos tiene 120.000 hombres desplegados en la región (Filipinas, Corea del Sur y Japón), y ha anunciado una reducción del 12% en los próximos tres años por razones presupuestarias.
Los jefes negociadores son el ministro filipino de Asuntos Exteriores, Raúl Manglapus, y el norteamericano Richard Armitage, un hábil diplomático que ha ocupado cargos en el Departamento de Estado y en el Pentágono durante la Administración de Reagan. Armitage dijo ayer al iniciar las negociaciones que la existencia de intereses mutuos es suficiente para renovar el tratado militar entre Manila y Washington, "pero si no es así tenemos poco tiempo para discutir una separación amistosa".
Manglapus, por su parte, hizo referencia al elemento fundamental de la tesis negociadora filipina: las compensaciones económicas. El ministro reclamó 222,58 millones de dólares de los 962 que la Administración de Reagan acordó en 1988 conceder en los dos últimos años antes del vencimiento del tratado. "Los dólares son importantes, pero lo que aquí está en juego es el compromiso contraído. Las relaciones entre dos naciones no pueden apuntar hacia un futuro importante si una de ellas no cumple su palabra", dijo ayer Manglapus.
El Congreso norteamericano decidió este año recortar esta ayuda, lo que irritó al Gobierno de Corazón Aquino y exacerbó el sentimiento antinorteamericano en la población. El Senado filipino aprobó el año pasado una resolución que pide el desmantelamiento de las bases por estimar que dañan la soberanía nacional.
Ruptura
Los analistas estiman improbable que se llegue a una situación de ruptura en las negociaciones hasta el extremo de que Estados Unidos se vea obligado a abandonar el archipiélago. Fuentes informativas norteamericanas han adelantado en la víspera de la reunión que Washington está dispuesto a ceder la base de Clark a cambio de mantener las otras instalaciones, lo que supondrá tener que pagar una factura menos abultada.Cory Aquino no se ha pronunciado aún sobre las bases y sigue haciendo referencia a que su Gobierno tiene en estudio otras opciones. Los analistas ponen en boca de sus colaboradores que la presidenta desea llegar a una solución satisfactoria para las dos partes porque teme perder al aliado más poderoso que tiene contra nuevos intentos golpistas.
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