El Papa, en México
EN SU segundo viaje a México, el Papa ha tenido que enfrentarse con dos gigantescos desafíos del mundo moderno: "el país más católico del mundo", como les gusta decir a los católicos mexicanos, mantiene la Constitución más anticlerical de las democracias occidentales. Por otra parte, la pobreza que oprime al 40% de su población, la deuda pública de 95.000 millones de dólares -la segunda mayor del mundo-, la corrupción pública, el paro y la drogadicción hacen de ese país una concentración emblemática de los problemas que atormentan a la humanidad.Europa y Norteamérica parecen dispuestas a realizar el gran esfuerzo. ¿Qué ayuda puede prestar a México la Iglesia católica? Hace ahora un año, Karol Wojtyla se refería en Zambia a la deuda del Tercer Mundo, descartando las lamentaciones sobre las políticas del pasado. Y se proponía "una nueva y valiente solidaridad internacional". En el discurso al cuerpo diplomático en México ha vuelto a apostar por una solución basada en la solidaridad entre los pueblos. Economistas, banqueros y Gobiernos estudian las soluciones técnicas. El Papa y los obispos americanos (en su declaración de septiembre de 1988) piensan que estos remedios no tocan la básica preocupación de la justicia social. Los pobres de los países deudores no tienen por qué soportar el mayor peso de la deuda, mientras los ricos, que han invertido el capital recibido a crédito en los mismos bancos acreedores, se ven mínimamente afectados por las medidas de austeridad adoptadas en los países deudores.
La locura de las masas ha rodeado en todo momento la presencia del Papa. El presidente Salinas de Gortari se ha puesto al frente de su pueblo, haciendo caso omiso de las prohibiciones constitucionales. Ya se ha anunciado el intercambio de representantes permanentes en México y en el Vaticano.
El Papa confesaba que su primer viaje a México, en 1979, influyó decisivamente en la estrategia viajera de su pontificado. Ahora abre otro interrogante al afirmar que esta visita al país de las contradicciones confesionales, sociales y económicas marca el comienzo de una segunda etapa en su pontificado. La Iglesia de Latinoamérica asciende al primer plano del protagonismo dentro de la cristiandad.
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