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Crítica:MADRID EN DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Baile de sofás

Solos a solas, del joven coreográfo barcelonés Ramón Oller -coreografía que ya fue presentada en diversas localidades de la Comunidad de Madrid en el marco del Festival de Otoño de 1988- se inscribe en esa corriente del teatro-danza europeo que busca humanizar la danza, acercándola a la vida cotidiana y presentar en escena a bailarines que, aunque se muevan con más soltura que el común de los mortales., parezcan personas, con sus michelines y todo. La escena se puebla de objetos familiares -sobre todo sofás, que una vez desterrados del teatro parecen dispuestos a lanzarse a una nueva y prometedora carrera en los dominios de la danza-; se viste a los bailarines con ropa de mañana, tarde o noche, según proceda y, como música, canciones de las que todo el mundo tiene referencia.Con todo ello se consigue probablemente atraer a un público que se sentía intimidado por la abstracción dancística y siempre temeroso de "no entender".

Solos a solas

Coreografía: Ramón Oller. Música: Rene Aubry y canciones de Marlene Dietrich. Escenografía: Patricia Alzabeque. Vestuario: Angelina Herrero. Iluminación: Keith Yetton. Asesor teatral: Óscar Molina. Bailarines: Clara Andermatt, Alicia Pérez, Ana Xena, Cristina Peraire, Beatriz Mesa, María Roca, Eva López, Ana Eulate, José Jiménez, Ramón Oller y Anne Morin. Madrid en Danza. Teatro Albéniz. Viernes 11 de mayo.

La obra de Oller -primera de las dos que se presentarán en el Madrid en Danza- es la mirada de un niño sobre el mundo de los adultos; mujeres en su mayoría. La perplejidad y la expectación se van tiñendo de ironía suave y los niños, aislados de ese mundo, acaba por fabricar el suyo propio entre los huecos del de los mayores y del que siempre tendrán nostalgia. Los medios expresivos son modestos -no obstante cierto virtuosismo en el manejo de los sofás- pero la sonrisa. de complicidad aflora sin esfuerzo en los espectadores, que aplaudieron complacidos al final.

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