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Crítica:MADRID EN DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Seis viñetas

Seis viñetas coreográficas inspiradas en la estética del comic componen el nuevo espectáculo del Ballet Contemporani de Barcelona -la decana de las compañías de danza moderna del país, fundada en 1976- que se presentó el jueves en el Centro Cultural de la Villa. Pequeñas escenas -Peatones, Habana Club, Baile de cornudos, etcétera- donde los bailarines tratan de reconstruir "la tensión, el frenesí, la bohemia, la violencia y el torbellino característicos de la vida cotidiana en las grandes urbes", como señala el programa, aunque sin conseguirlo plenamente.Siempre es difícil el traslado de un medio a otro, pero las imágenes del comic actual, con su peculiar capacidad de chillido y agrandamiento de sensaciones, resultan casi imposibles de recuperar en danza, donde apenas existe la posibilidad de cambios de plano ni de elipsis, que sólo pueden lograrse mediante un manejo muy elaborado de los ritmos. Hay entonces la tentación de ir a la caza del momento estático descuidando las transiciones, que son el territorio propio de la danza. El equipo de coreógrafos que ha colaborado en el montaje -la madrileña Blanca Calvo, la mexicana Rosa Romero, la actual directora de la compañía Amelia Boluda y el actor Óscar Molina- ha procurado eludir esta trampa, pero tampoco ha conseguido, excepto quizá en los momentos finales, reproducir la sensación de velocidad de esta forma de literatura de imágenes.

Ballet Contemporani de Barcelona

Quomix. Música: J. Saura, X. Maristany y P. Ribá. Intérpretes: Giovanna Dale, Rosa Sachs, Dafne Pascual, Mariana Jaroslausky, Damián Pou, Ramón Baeza y Carmelo Salazar. Dirección artística: Amelia Boluda. Centro Cultural de la Villa. Madrid, 9 de mayo.

Casi todas las escenas tienen gracia, dentro de las convenciones de la danza-teatro en su versión más amable y comercial, y están bien bailadas por los siete intérpretes, entre los que destaca alguna de las bailarinas. La coreografía no muestra una mano maestra que dé unidad y propósito a los movimientos, que parecen casi siempre intercambiables, pero el espectáculo en conjunto resulta agradable aunque se disfrutaría más en una sala no convencional y con una copa en la mano.

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