Muere en Venecia el compositor Luigi Nono
El compositor italiano Luigi Nono murió ayer en Venecia, ciudad en la que había nacido el 29 de enero de 1924, tras una larga enfermedad. Luigi Nono estaba reconocido como uno de los grandes maestros de la música contemporánea italiana. Nono puso música a los versos de Machado, Neruda y García Lorca, y a los textos de Pavese. En el momento de su muerte el músico estaba acompañado por su esposa Nuria, hija del compositor Arnold Schoenherg y por sus dos hijas.
Con la muerte en Venecia de Luigi Nono, a los 66 años de edad, pierde la música contemporánea una de sus personalidades más fuertes, porque se trataba de un creador inconformista cuya voz, como sus opiniones, se debían a él y nada más que a él.Nacido en Venecia, en el popular barrio de la Giudecca, Nono era un hombre idealista por naturaleza, y pretendidamente práctico, por voluntad. Escogió libremente el camino del compromiso político a sabiendas de que si la música no podía borrar de la memoria Auschwitz, la guerra del Vietnam o las desapariciones de Argentina, podía hacer algo más que transmutar tan tremendas realidades en belleza asimilable por auditores del más variado y dudoso pelaje. Esta actitud de compromiso y protesta fue mantenida por Nono a lo largo de su existencia y de su obra, desde el Epitafio a García Lorca, de 1952, hasta el Homenaje a Edmond Jabes, 1987.
Mucho pagó Luigi Nono por su actitud. Un Claude Rostand, en principio al lado de lo nuevo, dejó escrito aquel disparate con el que José Iges comienza su reciente biografía de Nono: "Es de temer que si su pasión política sigue progresando, su actividad termine por escapar a la competencia del crítico musical". Valga la cita como símbolo.
No he conocido persona más interesada que Luigi Nono por cuanto sucedía en el mundo, cercano y lejano, y de modo particular si se trataba de humanidad sufriente, atentado contra los derechos primarios de la persona o posible liberación de pueblos y razas largamente desdichados. Pero Nono no resolvía su inquietud añadiendo a sus pentagramas citas de música exótica sino que incorporaba la raíz de los problemas a su radical manera de sentir y de pensar.
Tenía el alma "cargada de arnor", como el Gran Sol que da título a su extraordinaria acción escénica estrenada por Claudio Abbado en 1975. Si se trataba, ocasionalmente, de amor individual, podía nacer algo tan bello como su Liebeslied, dedicado a su mujer Nuria Schoemberg, la hija barcelonesa del compositor austriaco, en 1954. Y frente a la amistad, ahí están en su fuerza sonora y expresiva las dedicaciones a Dallapiccola, Scarpa o Vedova.
Compositor de síntesis, habría que entender el término tanto en su sentido histórico como en su sentido plural, esto es, empleo de tendencias y procedimientos de todo orden, convertidos inmediatamente por el autor en algo estrictamente de Nono. Hasta las salas de concierto se le tomaron pequeñas y convencionales, y Nono quiso "invadir las calles", como dice Jurg StenzI, con su Fabbrica iluminala (1964), su Afloresca e jovem, de 1966, o Ein Gespenst geht um in der WeIt, de 1971. Con Nono, el pianista Pollini y el director Abbado, la contemporaneidad asciende hasta las estrellas de la interpretación. El gran pianista protagoniza Sofferte onde serene y Como una ola de fuerza y de luz; la segunda de las cuales dirige Abbado, como más tarde, en 1985, lo haría con el Prometeo.
Especialmente solidario de la creación de Pavese, llevó también Nono a su música los versos españoles de Antonio Machado, Neruda y García Lorca, y partió del poema de Eluard para La victoria de Guernica.
Babelia
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