Nunca se acaba
Antes del comienzo del concierto, sonó para caldear el ambiente una canción del Gran Combo de Puerto Rico: No hay cama pa tanta gente. Nunca una canción hizo tanta justicia. En la Sala Jácara no cabía un alfiler. Johnny Pacheco había dicho el día anterior: "Cuando se empieza a bailar, la cosa va más profunda". El público intentó tomarse al maestro al pie de la letra, pero lo tuvo muy difícil. Al fin cada uno delimitó su espacio, más idóneo para bailar el chotis que la salsa, y comenzó el recital y los sudores. Para colmo de males, tampoco había aire acondicionado."Esto se tenía que haber hecho al aire libre", era el comentario unánime. Pero hace escasamente un año, Ray Barreto, Celina González y Rubén Blades actuaron en el Auditorio de la Casa de Campo, a la intemperie y ante cuatro gatos. Hoy parece que las cosas han cambiado y la salsa se está introduciendo en España con tal fuerza que puede significar una recuperación de estilos bailables latinos desconocida desde la aparición del bolero.
Gilberto Santa Rosa; Roberto Torres y la Charanga Vallenata, y Johnny Pacheco con Pete Conde Rodríguez
Sala Jácara. Madrid, 8 de mayo.
A las 22,30 apareció en el escenario el puertorriqueño Gilberto Santa Rosa, acompañado de 12 músicos. Comenzó con mal sonido pero como la salsa se acompaña con instrumentos acústicos, no importó demasiado. Se defiende por si misma, sin necesidad de la electrónica y hubiera dado igual sonorizar con un megáfono.
A pesar de ser el más joven del programa, Gilberto Santa Rosa tiene cuatro discos grabados y demostró, como después lo hicieron Roberto Torres, Johnny Pacheco y Pete Conde Rodríguez, que cualquier verdadero aficionado a la música puede quedar asombrado ante la energía en la interpretación, precisión y preciosismo en los arreglos y naturalidad en la puesta en escena. Fijarse simplemente en el trabajo de cada uno de los músicos es sumergirse en un universo personal y apasionante por la variedad en la ejecución y esa sensación de primaria verdad que desprenden. Por esta intensidad en la música y la sensación de que cada instante es diferente al anterior y al siguiente, cuando Santa Rosa llevaba media hora de recital parecía que había cantado toda la noche. Hizo de todo: guaracha, merengue, son, canción romántica y versiones de temas clásicos. Canto magníficamente durante una hora y media y la noche se anunciaba larga.
Aires antiguos
Roberto Torres y la Charanga Vallenata recuperaron los aires antiguos. El cubano afincado en Miami cantó al trío Matamoros, al Caballo viejo y a la música que ha dado origen a la sofisticada salsa actual. El ambiente estaba cada vez más caliente y el espacio comenzó a permitir el baile porque con la madrugada algunos se retiraron. Roberto Torres es un viejo zorro, y a sus 50 años sabe como estructurar un recital para llevarlo in crescendo durante una hora y media y dejar en bandeja el auditorio a las estrellas: Johnny Pacheco y Pete Conde Rodríguez.Torres se resistió a dejar los trastos y no abandonó el escenario durante toda la actuación de Pacheco y el Conde, que desde la primera canción demostraron el porqué de su carisma ante cualquier parroquia salsera. Su música fue un vendaval, un encaje de bolillos y un prodigio de fuerza y precisión. Con Johnny Pacheco como director, flautista y animador y Pete Conde Rodríguez como magnífico cantante, su grupo ofreció un repertorio en el que se mezclaron grandes éxitos y nuevas composiciones. Daba lo mismo. Todo era bueno y obligó a la mayoría del público a resistir hasta el final. A las 2,45 de la madrugada, hicieron el primer bis. Quince minutos después todavía seguían gritando ¡otra, otra! Era el éxito total de una música que más que contarla hay que vivirla. La confirmación de que, como canta Willie Colon, la salsa nun-. ca se acaba.
Babelia
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