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La niña perdida y hallada en Ponferrada

El juez volverá a estudiar el caso de Laura, centro de una polémica popular sobre su custodia

Ana Alfageme

Laura lleva ropas para bailar en la fiesta del colegio, adonde ha vuelto después de desaparecer dos días, en medio de una disputa por su custodia en la que se involucraron sus compañeros de clase, padres, vecinos y los medios de comunicación. No faltó ni una batalla entre policías y pueblo concienciado -una docena de heridos- para impedir que la pequeña, que insiste en permanecer con su padre en Ponferrada, fuese entregada a la madre por orden judicial. Todo un folletín con medias verdades, acusaciones falsas, manipulación e interrogantes, en nombre de una única víctima.

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No es extraño, por todas estas cosas, que en los grandes ojos azules de Laura se asome ahora un brillo de temor. El pasado jueves 25 de abril, Laura Pérez Díaz, de ocho años, pedía a Carlos Álvarez, un juez de León, que la dejase vivir con su papá. El texto aparecía en un diario local. "No agas caso a Marga [la madre] que sólo dice mentiras. ( ... ) Quiero estar con mi papá porque mi papá me respeta y me quiere", decía una Laura extrañamente adulta. Ese día, el padre, José Pérez, profesor, debía entregar a su hija a la madre, Margarita Díaz, que tiene concedida, por dos decisiones judiciales, la custodia de la niña desde 1986, cuando se separó la pareja.Laura, según contaba el padre a la opinión pública, había sido abandonada tres años atrás por la madre, que además solía dejarla en casa de los abuelos maternos, en Guipúzcoa, mientras ella hacía su vida en Tarragona. José pretendía que su hija concluyese el curso escolar en Ponferrada y finalizase un tratamiento por una enfermedad en los oídos.

Manifestación de vecinos

Pues bien, el padre se presentó sin su hija ante la juez de Ponferrada que hacía cumplir el mandato de su compañero de León. Ella envió a la policía al colegio donde Laura estudia segundo de EGB. Los agentes encontraron una manifestación de vecinos y madres de niños, que les impedían entrar. Cuatro policías y ocho mujeres resultaron heridos tras la carga, que coincidió con la salida de clase. Dentro fue un auténtico drama: muchos de los compañeros de Laura rompieron a llorar: "¡Que no se la lleven!". La niña desapareció por la puerta de atrás, dejando compuestos a los maltrechos agentes -les despidieron al grito de "¡Vivan los policías que pegan a las mujeres!"- aunque el tozudo padre dio con sus huesos en el calabozo por desobediencia.Inquebrantables adhesiones, sobre todo de asociaciones de padres de alumnos, se recibieron en el domicilio de la familia paterna de Laura, conocida porque uno de sus tíos, Delfrido, es el presidente de Ponferradina, el club de fútbol local. No faltaron tampoco sentidas peticiones periodísticas de clemencia al malvado juez. La niña apareció el sábado -"estuve con Rosi, la compañera de mi papá que trabaja con mi papá", asegura ahora- y el padre, tras pasar cuatro días encerrado, salió a la calle justo hace una semana.

El asunto quedó definitivamente enterrado tras una pública aclaración del juez, que asegura que nadie le llamó durante el curioso juicio popular: el supuesto abandono de la madre no era sino dos secuestros paternos -"el padre ha sustraído dos veces a la niña de la guardia y custodia de la madre"- y eso sí, "una cierta dejación de la madre para tomar medidas ante la justicia", que el magistrado reprocha a Margarita igual que su propio abogado: "Es demasiado respetuosa", dice Almaquio Pérez. Y la niña nunca vivió tres años completos con el padre: lo hizo desde julio de 1987 hasta marzo de 1988, cuando la madre acudió al juez para recuperar a Laura, lo que causó varios requerimientos incumplidos por José. Al hombre, -considerado un tipo muy cerrado y de ideas fijas frente a la excesiva aparente timidez de la madre y condenado en una ocasión por agresiones a la familia materna- se le abrió un proceso penal por desobediencia del que fue absuelto. Volvió a llevarse a la niña en julio de ese mismo año, pese a la prohibición judicial de visitar a Laura.

Utilización de la pequeña

La engañosa locuacidad de la familia paterna, interpretada por el abogado de la madre como una utilización de la pequeña para manipular la opinión pública, se tornó entonces en absoluto mutismo "por el bien de la niña". El magistrado decidió, para calmar los ánimos, que Laura terminase el curso en Ponferrada para practicar después un nuevo peritaje."¿Te gusta Ponferrada?". "Sí". "¿Por qué?". "Porque ahí vive mi papá", afirma la niña, convencida y fiel, con sus dientes desiguales. Su tía la ha acompañado al colegio. "Siempre viene con alguien, aunque vive ahí al lado, incluso la traen en coche", dicen con el acento casi gallego del Bierzo Mónica y Patricia, de sexto de EGB. Al cole, enclavado en la antigua judería de la ciudad, van llegando los niños del barrio, integrado por gentes de clase media. El día de los incidentes todos vieron cómo Laura lloraba, en compañía de la cornpañera del padre y la maestra. Muchos niños del colegio quieren que se oiga la voz de su compañera: "No quiero ir con mi mamá", repite, aunque no contesta después por qué.

El magistrado Carlos Álvarez cree que casos "recalcitrantes" como el de Laura no irán en aumento, y "desde luego son muy raros". "La única solución sería contar con psicólogos o asistentes sociales en todos los juzgados para seguir los casos", afirma Alvarez.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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