Al borde del precipicio

Entró ya la feria en el periodo de la recapitulación. Todavía quedan por lidiar las tres corridas preferidas por los aficionados llamados toristas: Miura, Guardiola y Pablo Romero. Esa convención de toreristas y toristas no tiene mucho sentido. Nadie antepone en su estimación un animal a una persona. Por eso los conceptos que deben encararse son la verdad y la ficción.Dos características ha tenido el ganado lidiado hasta ahora: la falta de casta y la flojera. Si ésta es consecuencia de aquella no lo sabe nadie. Muchos expertos sostienen que es una concausa. En esa calificación, que a algunos les parecerá derrotista, hubo excepciones: Torrealta, Palha, Gabriel Rojas y Cebada Gago. La corrida de estos hierros, no se puede calificar de descastada y débil, aun cuando hubiera algún toro de esas características.

Las figuras deben reflexionar si esos hierros, tan apetecidos, no han contribuido ora a su fracaso, ora a impedir su éxito.

La historia es también maestra de la tauromaquia, y sin remontarnos al siglo pasado, sino a tiempos mucho más recientes, podemos preguntarnos: ¿Dónde están hoy en día las ganaderías que fueron predilectas de las figuras de los años 50?: Antonio Pérez de San Fernando, Eusebia Galache, Barcial, Juan Cobaleda... Ya no se encuentran, desde luego, entre las preferidas de la figuras. No se puede estar buscando, sin grave riesgo, el toro que aguante 70 muletazos con el hocico por el suelo. Va en demérito de la lidia completa, y acaba siendo enormemente aburrido.

Por ello, mantener la fiereza del toro, subordinado en la selección de otros aspectos secundarios, resulta difícil pero menos arriesgado que pretender alcanzar la cumbre de la pastueñez, a base de restarle picante.

Al otro lado de la cumbre no hay una suave ladera. Un paso más y lo que existe es un arisco precipicio. Muchos de los hierros, que se disputan las figuras, se encuentran hoy a su borde.