_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La sombra de Einstein es alargada

Por fin llegó también a España, aunque con retraso (ya había aparecido la noticia hace aproximadamente un mes en publicaciones como The Economist o New Scientist). Era inevitable. La verdadera Einstein titulaba EL PAÍS su información, olvidándose en semejante encabezamiento, entre otras cosas, de dos signos de interrogación, signos que, sin haber alargado mucho el titular, habrían expresado correctamente lo que realmente se decía en el texto.Brevemente resumido, el asunto es el siguiente: el volumen primero de los Collected papers de Albert Einstein, publicado en 1987, y que cubre el período que va de 1879 hasta. 1902, contiene, entre otros materiales, 51 cartas intercambiadas entre Einstein y Mileva Maric, su futura esposa. En esa correspondencia se refleja cómo fue evolucionando la relación entre ambos, incluyendo el nacimiento de una hija en 1902, un año antes de que contrajesen matrimonio; una hija de cuya existencia nunca se había oído y cuya suerte posterior se ignora. Pero también hay otras cosas: en estas cartas a su novia, Einstein comparte con ella, estudiante como él en la sección de Matemáticas, Física y Astronomía del Politécnico de Zúrich, sus pensamientos en materias científicas. Apoyándose casi exclusivamente en estos apartados de sus epístolas a Mileva, en los que Einstein, en alguna ocasión, utilizó el término "nuestra teoría", un físico que trabaja en un instituto dedicado a estudios sobre el cáncer en Maryland y una lingüista de Bonn han argumentado, en una reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia celebrada en febrero en Nueva Orleans, que Maric participó de manera decisiva en al menos los trabajos que Einstein terminaría publicando en 1905, y entre los que se cuenta la teoría de la relatividad especial. La conclusión, implícita o explícita, es que Einstein sería "menos Einstein"; que su prestigio habría comenzado con una primera y soberana mentira.

Hay tan poco rigor, tan poca información documentada en las argumentaciones que se manejan, que bien valdría la pena no prestarles atención; pasar de ellas como sobre tantas cosas absurdas que nos inundan todos los días. Ocurre, sin embargo, que este pequeño caso brinda la ocasión de reflexionar acerca de ciertas características del mundo actual que merecen, en mi opinión, ser desveladas tantas veces como sea preciso con la esperanza de eliminarlas. Veamos, antes de pasar a identificar tales características, lo infundado del caso de La verdadera Einstein.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Nos encontramos con dos novios, Einstein y Mileva, compartiendo sus experiencias. Para comprender el espíritu de las manifestaciones del joven Albert en sus cartas hay que tener en cuenta, en primer lugar, la intimidad que debía proporcionar un proyecto de futuro común, y en segundo término, el hecho de que, tras abandonar el Politécnico después de graduarse en él, Einstein se encontró sin empleo (salvo como maestro ocasional), completamente apartado de los ambientes académicos, prácticamente incapacitado, en definitiva, para discutir con investigadores en activo. Ante semejante situación, Mileva constituía, y no fue poco, alguien con quien podía hablar de física; era su casi única audiencia. Es cierto que en algunas ocasiones, en especial refiriéndose a su finalmente poco afortunada teoría de las fuerzas moleculares, Einstein empleó la expresión "nuestra teoría", pero no es menos cierto que también podemos leer frases como referida a la futura relatividad especial- "estoy trabajando mucho en una electrodinámica de los cuerpos en movimiento, que promete convertirse en un tratado capital. Ya te he dicho que dudaba de la corrección de las ideas sobre el movimiento relativo". El uso de la primera persona es inequívoco y significativo.

Mileva Maric debió de ser, evidentemente, una mujer notable: la única mujer en el curso de Einstein, la quinta en matricularse para estudiar ciencias fisico-matemáticas en toda la historia del Politécnico de Zúrich; por poner un ejemplo, en 1896-1897, cuando comenzó sus estudios superiores, solamente 20 mujeres estudiaban esos temas en todas las universidades de Prusia. Pero una cosa es la inteligencia, la independencia, y otra el genio creador, un atributo escaso entre los seres humanos, y del que Maric no dio ninguna muestra.

Einstein se separó de Mileva a mediados de 1914. Más de año y medio después, a finales de 1915, alcanzaba la cumbre -en modo alguno el final- de su carrera científica al formular la teoría general de la relatividad, la única de entre todas sus contribuciones a la ciencia que puede calificarse de "fuera de su tiempo", original, radical, sin paralelo en las restantes áreas de la física. No es necesario articular, por evidentes, las consecuencias que se pueden extraer de este ejemplo para el caso que estoy discutiendo.

En la utilización de la correspondencia que mantuvieron en su juventud Albert y Mileva, para rebajar el valor científico del primero y aumentar el de la segunda entran en juego, en mi opinión, distintos factores. Por un lado, la satisfacción que muchos encuentran al atentar contra lo establecido, y para quienes Einstein, uno de los valores más universalmente reconocidos de la cultura contemporánea, resulta objetivo apetecible. Descubrir inconsistencias en él es no sólo atractivo, sino que también es presumible que revierta en ventajas de distinta índole para el descubridor. El que se haya dado tanta difusión a argumentaciones tan débilmente sustentadas es perfectamente consistente con el auge que en la actualidad están adquiriendo en el dominio público el escándalo y la acusación no probada.

Otro elemento que hay que tener en cuenta en este caso es el de su valor simbólico para ilustrar la marginación de la mujer. Resulta, cuando menos, paradójico que se utilicen estas cartas de Einstein para tal propósito, cuando es en ellas en uno de los lugares en donde más humano, más dispuesto a compartir, se nos aparece el genial físico. Aunque es sabido que Einstein sintió con gran intensídad muchas de las injusticias que afligieron durante su tiempo a los seres humanos, fueron los suyos sentimientos basados más en el reconocimiento y en la contemplación intelectuales que en el contacto con esos mismos seres. Así, lo que sabemos de las relaciones que mantuvo con sus dos esposas, e incluso con sus hijos, le muestran como una persona que sacrificaba su vida familiar por la ciencia. Que muchos nos alegremos de que así lo hiciera, y que hoy podamos gozar con la lectura de sus trabajos científicos, no significa que, para algunos, su estatura moral no se vea disminuida al nivel de la práctica, ya que no de la teoría.

Al estudiar la vida, contribuciones e influencia ejercida por Einstein, uno se encuentra con que les caracteriza una permanente actualidad. Aunque genial, fue, en general, hijo de su tiempo, consistente con él, con sus grandezas, al igual que, en más de una ocasión, con sus miserias. Sorprendentemente, su muerte no significó el final de semejante actualidad; a través de su imagen y de la lectura de sus ideas (utilizada aquélla y éstas para fines tan variados como contradictorios) ha seguido presente entre nosotros, más vivo que muchos vivos. El tratamiento que algunas personas han realizado de sus inocentes cartas de juventud no es sino una muestra más de que su sombra es, efectivamente, alargada.

José Manuel Sánchez Ron, en la actualidad en comisión de servicio en el Instituto de Filosofia del CSIC, ha preparado la edición de Las cartas a Mileva que publicará a finales de año la editorial Mondadori.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_