Planeta Tierra
DICE GREENPEACE, la prestigiosa organización ecologista, que siendo la Tierra pequeña, es lo único que tenemos y que, por tanto, haremos bien en conservar la mejor que hasta ahora. Hoy, fecha en que se celebra en el mundo el Día de la Tierra, contemplamos el presente e intuimos el futuro con verdadera angustia. La humanidad empieza a comprender que la realidad puede llegar a superar a la ficción científica y que el año 2000 —verdadero milenio tóxico— nos puede de parar un medio ambiente de gases venenosos, irresistibles temperaturas, tierras calcinadas y luchas por la supervivencia en un mundo hostil y yermo.
Las predicciones para el siglo XXI no se cifran ya en tiranías ejercidas por brutales poderes o en inquietantes futuros importados de extra galaxias; no hace falta ir muy lejos a la busca del apocalipsis: lo tenemos al alcance de la mano, en un pequeño aerosol que usamos diariamente en el cuarto de baño, en la emisión de gases procedentes del aire acondicionado o en los vertidos de nuestras fábricas.
El efecto invernadero incrementa irremediablemente la temperatura de la Tierra. Para los expertos, éste es el mayor de los peligros. Los científicos que miden la temperatura terrestre constataron que en 1989 se alcanzó la más alta de los últimos 130 años, período del que se tienen datos fiables. Por otra parte, varios gases tóxicos de uso cotidiano tienen abierto un agujero en el ozono que protege al planeta de nocivos rayos solares; la política industrial y de vertidos amenaza con reducir la superficie agrícola mundial en un tercio a lo largo de la próxima década; la lluvia ácida destruye bosques y montañas, y los mares se mueren. La simple numeración de catástrofes objetivas y constatables remite, indefectiblemente, a una sensación autodestructiva. Tal parece ser el mensaje inconsciente del ser humano en su enfrentamiento con la naturaleza.
Parte sustancial del estado lamentable en que se encuentra nuestro medio ambiente se debe al egoísmo. No existe solidaridad en los individuos o en las empresas, y no existe preocupación por el mundo que vamos a dejar a las generaciones futuras. Un planeta que se enriquece y se desarrolla, que elabora nuevos productos para mayor comodidad de sus gentes, cuya población aumenta vertiginosamente -con lo que aumenta la demanda de los bienes que le dan felicidad-, tiene un índice de erosión y de degradación inevitable. Y no tiene más remedio que pagar el precio.
Corresponde a los Gobiernos buscar el justo me dio entre ecologismo y desarrollo. No es aceptable que las autoridades aparten la vista de los desastres ecológicos que propician los grandes complejos industriales con el argumento de que el proceso de producción tiene unos costes. Es cierto. Pero es falso que deban ser tan elevados: existen hoy medios de protección frente a los estragos industriales cuyo único inconveniente es que son onerosos dé instalar y mantener. Ejemplos como la presteza que se dieron los países desarrollados para acordar la lucha contra los productos clorofluorcarbonados (Protocolo de Montreal de 1987) demuestra cómo es posible el remedio cuando se tiene conciencia del problema.
Otro de los aspectos dignos de tenerse en cuenta es la relación entre países desarrollados y los que están en vías de desarrollo. Tan injusto sería despreciar a las generaciones venideras como olvidarse de que los países más pobres necesitan una mayor ayuda económica y tecnológica para poder avanzar cualitativamente en su desarrollo sin, por ello, cometer los mismos errores y tropelías que los países ricos en su largo camino hacia un lugar al sol.
Como en tantas otras cosas, con sus exageraciones e histerias, pero siempre con generosidad y visión de futuro, son los individuos quienes han contribuido a despertar la conciencia de los Estados. Ahora toca a éstos imponer las soluciones; sólo ellos tienen la fuerza para hacer que los remedios primen por encima de la glotonería o irreflexión de sus ciudadanos o grupos de ciudadanos. Como la atmósfera es mundial, la solución debe ser global, y la acción, concertada. Sólo así será posible la esperanza.
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