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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Escalada en Moscú

EL CONFLICTO entre Vilna y Moscú se ha agravado en las últimas horas. La decisión del Kremlin de cortar los abastecimientos si el Parlamento lituano no anula su proclamación de la independencia puede crear una situación insostenible Para la república báltica. Por ese camino -aunque en principio se descarten medidas militares- se está a merced de cualquier incidente que pueda desencadenar choques violentos, con efectos imprevisibles. Hace una semana, el tono más moderado de las autoridades lituanas suscitó la esperanza de que se iban a abrir negociaciones. Pero, al poner ahora como condición previa la retirada por el Parlamento de Vilna de una declaración votada hace más de un mes, Moscú pone el listón muy alto.Las intransigencias que cierran el camino negociador son tanto más absurdas cuando, sobre el problema de fondo de la independencia, Moscú ha dado ya un paso histórico al aprobar una ley de secesión que establece un procedimiento legal para que una república pueda separarse de la URSS. El conflicto estriba en que Moscú quiere imponer una negociación previa a la independencia, y el presidente lituano, Landsbergis, sólo acepta negociar a partir de una independencia ya conquistada. Pero es obvio que la separación de Lituania de la URSS es un proceso complejo, que exigirá tiempo y medidas de transición concertadas. Al margen de la injusticia histórica que está en la base de la incorporación a la URSS de las repúblicas bálticas -independientes desde 1918-, 40 años de integración en el sistema soviético no se pueden borrar de golpe sin gravísimos daños económicos, probablemente para las dos partes. Por eso, la secesión es un problema bilateral. Proclamar la independencia en Vilna ha sido un paso importante para expresar un anhelo popular legítimo. Pero ese paso debe ir seguido, necesariamente, de una etapa de negociaciones.

Para Gorbachov, la preocupación prioritaria es impedir un precedente que podría precipitar la disgregación de la URSS y tal vez la guerra civil. No sólo en las otras repúblicas bálticas, sino en las caucásicas. Con su dureza hacia Lituania, Gorbachov pretende cortar las tendencias nacionalistas que, en otras repúblicas, aspiran a una independencia inmediata, sin condiciones. Frente a ese mal ejemplo, ofrece la vía legal, gradual, dilatoria, que le daría tiempo a preparar un nuevo marco de asociación más flexible.

Por otra parte, el conflicto lituano repercute de manera muy negativa en la evolución general de la política soviética. Causa desconcierto entre sectores rusos progresistas y, en cambio, está facilitando una fuerte ofensiva de los conservadores. El aparato comunista y el nacionalismo panruso, con el apoyo de altos jefes militares, han recrudecido sus ataques contra los sectores radicales que piden una plena democratización del país. Esta ofensiva conservadora presiona sobre Gorbachov, que en el conflicto de Lituania se apoya en fuerzas que tienen escasa simpatía por la perestroika.

En este marco, la actitud de los Gobiernos europeos ha sido en general de moderación, insistiendo sobre todo en la necesidad de hallar una salida negociada. Es una actitud razonable, ya que las bases para esa negociación existen, y, por otra parte, todos saben que una generalización incontrolada de las demandas nacionalistas, con riesgo de modificación de las fronteras salidas de la II Guerra Mundial, sólo puede tener efectos desastrosos para el reformismo de Gorbachov. Y para las perspectivas de distensión.

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