_
_
_
_
Reportaje:

La ruta de los pobres

Amelia Castilla

Antonio quería ver pasar la cabalgata de los Reyes Magos, y como un niño más se puso en la fila. No habían pasado dos minutos cuando escuchó a la señora que estaba a su lado decirle a su amiga: "¡Cuidado!". El peligro era él, un hombre vestido con ropa vieja, con el pelo un poco largo y calzado con zapatillas. Las señoras debieron pensar que les iba a robar la cartera y se marcharon.Una noticia en un periódico en la que se informaba sobre las concentraciones de marginados que se han realizado en Madrid a lo largo de la semana le llevó hasta una parroquia del barrio madrileño de Entrevías, donde contactó con la Coordinadora de Barrios, una de las organizaciones que ha promovido las movilizaciones.

Llegó a la iglesia andando. En el bolsillo llevaba 40 pesetas, y en la cartera, el carné de identidad, un abono para dormir en un albergue municipal y la cartilla de beneficencia. "Llevo 62 años recibiendo tortazos, pero todavía creo en Dios", dice. "Vine aquí buscando a un cura y me encontré a un grupo de gente que reivindicaba los derechos de las personas que vivimos en situación de desamparo".

Con la Coordinadora de Barrios ha aguantado toda la semana. Ha preparado pancartas, ha dormido en la calle, ha estado en manifestaciones y hasta se ha subido en una grúa para llamar la atención sobre su caso. Antonio ha tratado de hacer proselitismo entre sus compañeros de albergue, pero ellos "pasan de todo, no quieren saber nada de nadie, se han acostumbrado a la miseria".

Trabajó como conductor de una grúa durante nueve anos y es lo que le gustaría volver a hacer. A su edad nadie le da trabajo y para jubilarse es demasiado joven; pero no se resigna a convertirse en un hombre sin derechos, está dispuesto a exigir: "Quiero trabajar, no me gusta la caridad", dice mientras da una profunda calada a un Celtas con filtro. Se niega a pedir limosna o a dormir en la calle bajo un cartón. "He ido al Ayuntamiento, me he cansado de hablar con las asistentas sociales de todas las juntas de distrito posibles y he intentado ver a la Matilde, pero no he pasado de la puerta".

Durante el invierno consiguió un empleo eventual. Ganaba 2.500 pesetas por trabajar 11 horas asando castañas en la madrileña calle de Orense. Ahora ya no es temporada de castañas, y Antonio se ha quedado sin curro.

Condena por homicidio

Su vida no se ha enderezado desde que salió de la cárcel, donde cumplió una condena de 16 años por homicidio. "Cometí un crimen, pero ya lo he pagado", asegura. "Ahora tengo la sensación de que perdí mi tren y que he corrido detrás todo este tiempo inútilmente para poder alcanzarlo".Gabriel Aguado también ha estado en la cárcel. Fue al acabar la guerra civil por militar en Izquierda Republicana. Lo cuenta mientras descarga su carrito repleto de cartones. Vive de rebuscar en los contenedores, "escarbando como las gallinas". Sale a la calle con las primeras luces del día. Junta lo mismo cartones que pan duro o hierros, y los vende a duro el kilo. Percibe una pensión de 21.000 pesetas, pero se le van en pagar la casa y los recibos de la luz y el agua. Tiene las manos cortadas por el frío y lleva las zapatillas rotas.

Nació en la localidad madrileña de Tielmes del Tajuña. "Trabajo desde que aprendí a andar. Sé manejar la azada, la hoz y a las mulas. He cargado con sacos de harina de 100 kilos. He recogido remolacha, patatas, judías...". Ahora, a los 92 años, asegura que no tiene "ni cera en los oídos". Gabriel recuerda como jornada memorable cuando consiguió ganar 1.500 pesetas por la venta de plomo. De su cartera saca una foto: "Aquí tenía 28 años, y seis la mula".

Por la pequeña cuesta que lleva hasta la chamarilería de la calle de San Francisco el Grande sube a duras penas otro cartonero. Empuja encorvado un carrito de niño y parece al borde del desmayo. Es el señor Miguel, un cliente habitual. El goteo de ancianos es constante; algunos llevan únicamente unas guías de teléfono y alguna revista, pero todos cuentan las pocas monedas conseguidas antes de guardarlas en el bolsillo.

Tere, la propietaria del establecimiento, asegura que esa mañana no llegará mucha gente porque "es día de pago de pensión y los viejos se han arreglado para ir a cobrar". Sus clientes son pobres modernos, emigrantes que llegaron a la ciudad en los años sesenta. En el pueblo trabajaban en el campo y en la ciudad se emplearon como peones. Construyeron su chabola al amparo de la oscuridad en la zona de Orcasitas y ahora viven en un piso de promoción pública. Perciben alguna pensión, pero practican su propia economía sumergida para poder vivir.

Fruta podrida

Algunos rematarán la jornada en el mercado de los jueves de la avenida Lusitana. A las dos de la tarde, cuando hayan levantado los puestos, recogerán la fruta podrida que ha quedado por los suelos.En otro barrio de Madrid, en la plaza de Tirso de Molina, varias personas duermen al raso. Se cubren con cartones y ropa vieja. No tienen domicilio conocido. Se lavan en las fuentes y hacen sus necesidades en los servicios públicos. En el suelo hay un envase de tetrabrik de vino y un papel que envolvió algo de fiambre. Son mendigos. La escena de miseria se repite en el paso subterráneo de Doctor Esquerdo, y en el de la Gran Vía, y en el de Francisco Silvela, etcétera.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_