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LA LIDIA / TOLEDO

Intento de plante

El festejo de ayer tuvo un mal principio, al negarse los novilleros a hacer el paseíllo y mantener un tenso diálogo con el delegado de la autoridad en el callejón, debido al fortísimo aire huracanado que soplaba en Toledo. El intento de plante barruntaba suspensión.La concurrencia aderezó la escena con lluvia, aunque no de agua, sino de invectivas proferidas con inquina contra los toreros. Finalmente la novillada se celebró, aunque los coletudos hubieron de pechar con la dificultad añadida del huracán, que flameaba con peligro sus engaños.

Por fortuna para ellos, la bella y armoniosa fachada externa de los bureles, unos galafates con trapío, serios y de lustroso pelo, se correspondía con la sangre brava y noble que bullía en su interior. Eso disminuyó el peligro, pero no el mérito de novilleros y subalternos. Una vez que el plante inicial no se llevó a cabo, Jesulín de Ubrique se empeñó en plantarse a su manera: aséntando los pies en el ruedo y domeñando el vivaz celo con que embestían sus enemigos, a base de quietud, ligazón y temple.

Martín / Luguillano, Cámara, Jesulín

Novillos de Martín Peñato, de excelente presentación, bravos y nobles. David Luguillano: estocada caída (ovación); bajonazo (oreja). Fernando Cámara: estocada corta (vuelta); dos pinchazos, media tendida atravesada y descabello (silencio). Jesulín de Ubrique: estocada perpendicular y dos descabellos (oreja); estocada (dos orejas). Toledo, 31 de marzo

Cabeza privilegiada

La blanca palidez natural de su barbilampiño rostro se encendía con el fuego de su valor. Su espigado cuerpo se asemeja a una cerilla -Cerillín le llamaban algunos aficionados- pero con una cabeza privilegiada. Adornó su serenidad, no exenta de garra, con un toreo de belleza sin mácula. Al cimbrear al bruto a su cinturilla, el arte también se huracanaba y se transmitía a los tendidos.Algo así intentó Cámara, pese a su ceño fruncido toda la tarde, pero sólo lo logró a retazos en el segundo. El quinto fue el único que llegó a la sarga tardeando y el público no entendió ni su angosta y complicada lidia ni su toreo extractivo.

La cetrina tez de Luguillano se demudó en albo rostro por el esfuerzo para dominar a sus tullidos novillos. Es una pena que la jindama le impida redondear las excelentes maneras, un tanto ortopédicas y de espejo en ocasiones, y sus amplios conocimientos teóricos. Un punto más de decisión le llevaría a mayores triunfos.

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