Karpov: "El sistema económico soviético es una locura"
El subcampeón de ajedrez es diputado, economista y héroe nacional de la URSS
Anatoli Karpov ha pasado buena parte de sus 38 años sentado ante un tablero de ajedrez y fue campeón del mundo durante una década También es miembro electo del Congreso de los Diputados de la URSS, presidente de la Fundación Soviética para la Paz y doctor en Economía. Durante una conversación con EL PAÍS, Karpov apoyó "con reservas" la política de Mijail Gorbachov y abogó por una profunda reforma del sistema productivo de su país.
Karpov, que viajó a Kuala Lumpur (Malasia) para luchar por su candidatura al titulo mundial, fue condecorado por Leonid Breznev con la Orden del Trabajo cuando venció al disidente Víctor Korchnoi, en 1978, al mismo tiempo que Gorbachov y Edvard Schevardnadze, actual ministro de Asuntos Exteriores. Es uno de los siete diputados elegidos por el estamento de asociaciones populares; fue el segundo candidato más apoyado de los 17 aspirantes, con 469 votos de 670 posibles.Pregunta. ¿Cómo se sitúa políticamente?
Respuesta. Me considero independiente, pero simpatizo con Gorbachov, aunque respaldo en ocasiones las ideas de otras corrientes. Por ejemplo, creo que el presidente debió ser elegido por votación popular, como en Estados Unidos y Francia, y no sólo por los miembros del Congreso. Se ha hecho todo demasiado rápido, en sólo mes y medio.
P. ¿Por qué la escasez de alimentos en la URS S es ahora mayor que hace cinco años?
R. Hay hechos puntuales, como los conflictos en el área del Cáucaso, que han originado cortes en las líneas ferroviarias. Esas tres repúblicas [Georgia, Azerbaiyán y Armenia] aportan numerosos bienes al Estado. También he comprobado que a veces las tiendas de Moscú están vacías, pero al mismo tiempo hay cientos de vagones llenos de comida que nadie descarga. Ésas son las consecuencias de un sistema económico desastroso, teledirigido desde Moscú, para un país enorme [32 veces más grande que España].
P. Hasta ahora los dirigentes de las fábricas tenían que enviar la lista, de sus necesidades a Moscú antes de que se aprobara el plan quinquenal, siempre pedían de más y se perdía mucho material. ¿Ya por ahí la reforma que usted propugna?
R. Ése es un buen ejemplo de cómo no debe organizarse el sistema de forma supercentralizada. Ahora los dirigentes locales de repúblicas o regiones autónomas envían a Moscú todos los impuestos que recaudan y después tienen que negociar la devolución de una parte de ese dinero. La generosidad del Gobierno central depende muchas veces de sus buenas o malas relaciones con el dirigente de turno.
P. De sus palabras se deduce que los problemas económicos están muy conectados con los de las nacionalidades.
R. Exacto. Además, los conflictos actuales son muy peligrosos para el mundo entero.
P. ¿Cuáles son las soluciones que usted propone?
R. Espero que no sea demasiado tarde para conceder la máxima autonomía, pero bajo el paraguas soviético, a todas las repúblicas, que deben administrar la mayor parte de los ingresos que recaudan y enviar a Moscú los fondos necesarios para los gastos comunes.
P. La reconversión laboral va a producir millones de parados y el descontento popular puede llegar al límite.
R. Ése es el gran problema que quita el sueño a economistas mucho más cualificados que yo Pero soy optimista y me baso en un antecedente histórico. La I Guerra Mundial y nuestra contienda civil causaron nueve años de hambre y tragedias. Pero el sistema diseñado por Lenin arregló la situación en cuatro años. Si lo consiguieron entonces, también podemos lograrlo ahora.
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