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El toro bravo pero menos

Montalvo / Ortega, Joselito,Ponce

Cuatro toros de Montalvo, bien presentados, deslucidos, 32 bravo; 42 y 5 de Sayalero y Bandrés, inválidos. Ortega Cano: media baja (ovación y salida a los medios); pinchazo hondo trasero y estocada trasera caída (aplausos y saludos). Joselito: estocada corta escandalosamente baja(división); pinchazo hondo Ponce: media perdiendo la muleta y descabello (pitos); pinchazo, otro hondo delantero perpendicular, media, descabello -aviso- y tres descabellos (silencio).

Plaza de Valencia, 17 de marzo (tarde). Novena corrida de feria.

El toro puede ser bravo aunque no llegue a tanto como la perfección genética y reglamentaría exigen. El toro bravo, pero menos bravo que todo eso, salió ayer en Valencia, se corrió en tercer lugar y produjo sentimientos contradictorios, que son característicos (le la tauromaquia y del amor.

Ese toro recibió dos varas tremendas a las que correspondió empujando la acorazada de picar hasta las tablas y recargando allí, hundido de los cuartos traseros porque metía a fondo los riñones para concentrar toda su fuerza en los arietes de sus astas, apalancadas bajo la panza del caballo. Fue la suerte de varas según requiere la lidia cuando hay toro entero y encastado, el picador cobró sendos puyazos soberanos -uno de ellos en la mismísima cruz- y todo constituía un espectáculo de primer orden, que en cualquier plaza habría puesto a la afición en pie.

La reacción del público, sin embargo, fue totalmente opuesta: al picador le pegaron una pitada. Si había afición en el histórico coso de la calle Xátiva, estaría cansada. Es lógico: la semana fallera cansa mucho. Llegó el toro a la muleta parándose en medio de la suerte y, en ocasiones, sin necesidad de pararse, metía el pitón garabateándolo como un latigazo, lo que impedía a Enrique Ponce interpretar el toreo sosegado que estuvo intentando reiteradamente con mucho pundonor. Y ahora quien se llevó la pitada fue el propio Enrique Ponce, por no estarse quieto y no hacer faena. Finalmente herido de muerte, el toro galopó en demanda de los chiqueros y allí rindió su vida cayendo bajo el estribo.

La. calificación de si el toro era o no bravo queda abierta a debate. Si se le aplicara el bravurómetro estricto, daría poco bravo, pero si a esa medición se añadieran las múltiples manifestaciones de bravura que exhibió durante la lidia, daría bravo ma non troppo, que en cañí quiere decir bravo no de vacas lo cual ya se había mencionado al principio, sólo que de otra manera. La cuestión de la bravura no es baladí, pues tienen los taurinos de argumento favorito que los toros bravos son los que se caen, mientras los man sos no se caen nunca, y resulta que ese toro bravo -ma non troppo- no se cayó para nada y eso que la acorazada de picar le pegó duro.

Según la argumentación de los taurinos, bravísimos serían el primero y el cuarto, que se caían -el cuarto, patas arri ba- y a esos les dió pases muy aseados Ortega Cano cuando los tuvo de pie. A Joselito le correspondió un lote plúmbeo, de corta arrancada, con el que porfió muy sereno, y al primero de sus toros consiguió sacarle algunos redondos largos, lo que tuvo mérito.

El sexto embestía violento y Enrique Ponce le intentó encelar insistentemente por ambos pitones, sin excluir las precauciones debidas. De todo lo cual dedujo el público que los toreros habían sido vagos, y los toros maleantes. Mas si había afición por allí sentada, a lo mejor sería de distinto parecer y le compensó la lidia de aquel interesante toro bravo, aunque lo fuera non troppo. Entre otras razones porque toros así ya no suelen salir por esas plazas y en Valencia tampoco.

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