La Francia de Vichy, en clave de vodevil
Daniel Benoin remueve la conciencia histórica de su país con la obra teatral 'Sigmaringen'
La Comédie de Saint-Étienne, centro dramático nacional, pionero de la descentralización teatral francesa, acaba de estrenar la primera obra de su director, Daniel Benoin: Sigmaringen (France). Los personajes y personajillos de la Francia de Vichy y de la colaboración -de Laval a Bucard, pasando por De Brinon, Déat, Darnand, Luchalre, Doriot, Louis-Ferdinand Céline y el actor Robert Le Vigan- suben al escenario para recrear, en un vodevil macabro y poujadista, los últimos días de la Francia de Vichy, prisionera de los nazis en el castillo de Sigmaringen. Un vodevil sobre la Francia profunda que hoy se reconoce en la Francia del ultraderechista Le Pen y de sus aliados europeos.
El 21 de agosto de 1944, los alemanes obligan al mariscal Pétain a abandonar Vichy y lo conducen al castillo de Sigmaringen (Baden-Württemberg, RFA), en el que el mariscal se considera prisionero y se niega a asumir cualquier responsabilidad como jefe del Estado francés. Acompañan al mariscal en su forzado exilio una serie de personajes y personajillos del Gobierno de Vichy y de la colaboración, desde Pierre Laval hasta Marcel Bucard (fundador del Francisme, movimiento fascista francés, y uno de los más celosos colaboradores de la Gestapo en su lucha contra la Resistencia), pasando por gentes del pelaje de Marcel Déat, Joseph Darnard, Jean Luchaire, Abel Bonnard..., sin olvidar al doctor Destouches (el célebre escritor Céline), que cuida de la salud física y moral de la parroquia, y al actor Robert Le Vigan, el villano por excelencia del cine francés de los años treinta, ambos a la caza de un ausweis que les permita cruzar la frontera.El castillo de Sigmaringen, residencia de los príncipes de Hohenzollern-Sigmaringen, auténtico escenario de opereta, es de por sí una espléndida metáfora teatral de los últimos días del Etat français (1940-1944), del mismo modo que lo son la escuela / guardería de Flensbourg, en donde se reúne, por breves días y tras la muerte de Hitler, un Gobierno nazi fantasma; o la villa de Saló (en Italia), último reducto del Gobierno fascista.
Daniel Beno', autor de Sigmaringen (France), se sirve del castillo de los Hohenzollern para desarrollar una completa estructura dramática. La obra se inicia en el verano de 1989, durante una visita turística en la que un periodista francés desenmascara al guía del castillo, un antiguo miembro de la milicia de Vichy, el chef de main Perreux, que se hacía pasar por alemán. A partir de ahí se produce un flash back que nos sitúa en el 1 de octubre de 1944, en el mismo salón blanco del castillo que nos mostraba el guía, en el que ahora cuelga un retrato del mariscal Pétain, y el mismo día en que Fernand de Brinon, presidente de la recién creada (por iniciativa de los nazis) Comisión Francesa para la Defensa de los Intereses Nacionales, dirige a través de la radio su primer discurso a los milicianos y refugiados franceses.
A lo largo del espectáculo, el castillo se convierte en una caja de sorpresas; se transforma en un juego de espejos en el que los personajes se desdoblan. Abundan las alusiones teatrales, como esos árboles de Navidad que el humor negro de Céline convierten en el macbethiano bosque de Birnam, tras el que los soldados senegaleses de Leclerc avanzan contra Sigmaringen.
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