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Desembarco en la Antártida

Cuatro módulos fabricados en Cataluña amplían las instalaciones científicas de la base española

ENVIADA ESPECIALLa base antártica española Juan Carlos I, situada en la isla de Livingston, en las Shetland del Sur, quedó ayer ampliada en su zona científica con la instalación de cuatro módulos contenedores destinados a laboratorios de meteorología, biología, biblioteca y fotografía, lo que en la práctica cuadruplica el área dedicada a investigación. La ampliación supone para la bióloga Josefina Castellví, jefa de la base y gestora del Programa Antártico Nacional, "que la base quede equilibraba entre el área de habitabilidad y servicio y su zona científica, hasta el momento muy desigual".

La operación, sencilla en cualquier país "civilizado", ha estado paralizada debido a las dificultades naturales que ofrece el continente antártico, lleno de obstáculos que ha sido necesario sortear. Los módulos, fabricados en Cataluña, fueron embarcados en el puerto de Vigo a mediados del pasado mes de enero y llegaron hace pocos días a la bahía sur de Livingston, donde está situada la base española, después de un accidentado viaje que hizo temer en algunos momentos por la viabilidad de la operación.Una sensación de alivio y de alegría se extendió ayer entre todos los presentes, científicos, personal técnico y periodistas, cuando al fin los nuevos módulos contenedores destinados a laboratorios científicos quedaron informalmente inaugurados, dominando la bahía sur de la isla de Livingston, donde está situada la base antártica española de verano.

Prácticamente cuando la campaña 1989-1990 está a punto de finalizar y los simpáticos pingüinos barbijos comienzan a abandonar la isla, síntoma inequívoco de que el invierno se acerca, los nuevos módulos quedaron definitivamente instalados en medio de un día de fuerte viento y aguanieve. Muy cerca, en una pequeña laguna de la playa, un lobo de mar, foca más común por estos alrededores, retozaba ostentosamente indiferente a una operación que ha estado llena de problemas por las dificultades naturales habituales en la Antártida.

Una infraestructura digna

Con la ampliación de 49 metros cuadrados del área científica, que se suman a los 15 metros cuadrados existentes, los investigadores dispondrán de un total de 64 metros cuadrados de espacio para desarrollar sus trabajos, lo que supone un "auténtico lujo" comparado con la situación anterior.

Esto permitirá a la comunidad científica española e internacional que trabaje en la base, según el biólogo Leopoldo García Sancho, de la facultad de Farmacia de la universidad Complutense de Madrid, "contar con una infraestructura digna que permitirá trabajar en programas científicos con un mayor nivel de investigación".

Josefina Castellví afirma que el único laboratorio que funcionaba desde la instalación de la base en 1988 se había demostrado totalmente insuficiente para realizar el trabajo científico. "Un laboratorio de 15 metros cuadrados produce unas interferencias que son incompatibles con el buen trabajo". "Por eso se decidió la ampliación", añade, "que permitirá, además, que las instalaciones queden en la base, dispuestas en todo momento para que en las nuevas campañas se puedan conectar los servicios de agua y electricidad y comenzar a trabajar inmediatamente".

La jefe de la base explica que, en vista del éxito de conservación durante la invernada de 1988 del único laboratorio existente, se decidió construir los nuevos módulos en España, con lo que están plenamente seguros de su resistencia. "Cualquier cosa en la Antártida", dice Castellví, "es difícil per se. Lo más fácil ha sido diseñar los módulos, construirlos y equiparlos, pero una vez hecho esto hay que transportarlos, y algo que difícilmente es imaginable para los que no conocen la Antártida es desembarcar".

En la Antártida no existen puertos ni facilidad para que los buques puedan acercarse. Desde el lugar de fondeo hasta la playa hay una milla y media que hay que salvar de una manera u otra. "En estos momentos España no tiene logística, y al decir logística quiero decir un buque con un porte suficientemente grande para transportar 45 metros cuadrados de módulos, que, además, no pueden venir desmontados. Y la base tampoco tiene facilidades para el desembarco", señala la bióloga. "No tenemos infraestructura. Por tanto, igual que cuando nos establecimos, se ha recurrido a la colaboración de la Academia de Ciencias de Polonia, con la que trabajamos en cooperación científica de manera tradicional".

Polonia es un país con una gran tradición antártica y cuenta con una base establecida hace 13 años. A pesar de eso, el desembarco supone siempre un riesgo dentro de las dificultades meteorológicas, este año muy grandes, que han hecho que se retrasara todo el proyecto de ampliación hasta los últimos días de la campaña. "Hemos hemos tenido la suerte de contar con dos días de un mar sin excesivo hielo y lo suficientemente calmo para proceder al desembarco y traslado de los módulos", concluye la jefe de la base española.

Base polaca

Desde la playa de piedra donde los módulos fueron desembarcados a la base hay una distancia aproximada de 300 metros, con un desnivel de 14 metros. Los módulos tuvieron que ser arrastrados, primero con barcazas y luego con tractores y maquinaria pesada especialmente traída de la vecina isla del Rey Jorge, desde la base polaca de Arctowskil.

Las durísimas jornadas de trabajo fueron compartidas por los técnicos españoles y el personal de la base polaca, indiferentes al panorama del magnífico glaciar de 50 kilómetros, situado frente a la bahía, y sorteando en algunas ocasiones, con cuidado, a los curiosos pingüinos que se metían en los pontones, traídos ex profeso para el desembarco.

Éste fue el desenlace de una larga serie de episodios en los que ha resultado difícil sustraerse a la literatura mítica antártica, que, por otra parte, siempre puede convertirse en realidad a la vuelta de cualquier témpano.

Estómagos del revés

Los módulos embarcados en el buque polaco Heweliusz tuvieron que sortear el pase del draque, los míticos y "ululantes 40 y los curiosos 50" (grados de latitud), en medio de un fuerte temporal con olas de hasta seis metros que a la tripulación les bañaron de sal y a los demás, técnicos y periodistas, nos pusieron los estómagos del revés. Hubo que desembarcarlos en la isla Rey Jorge en medio de unas difíciles condiciones meteorológicas que obligaron a una espera de 12 horas, para volverlos a embarcar posteriormente camino de su destino definitivo. El equipo técnico acompañante y los periodistas tuvieron que capear nuevamente el temporal durante 15 horas cerca de la isla Decepción para poder entrar en la bahía de Livingston."Toda la estructura de las nuevas instalaciones -dice Castellví, la jefe de la base quedará anclada y protegida con el fin de que el invierno, no haga mella, y el próximo año, cuando los científicos lleguen, puedan instalarse de una manera digna".

Módulos en exclusiva

El geólogo Jerónimo López, que con los profesores Martínez Pellisón y Arche, han realizado una interesante investigación de geomorfología glaciar en Livingston y Decepción, asegura que para ellos lo importante es la investigación de campo.

Juan María Cisneros, un veterano antártico que junto con Manuel Payón ha formado el equipo meteorológico de la campaña, añade que para ellos, que disfrutarán de un módulo laboratorio en exclusiva, la ampliación es algo que venía esperando desde hace tiempo. "Nos supone poder situar los equipos electrónicos, de sondeo, en un espacio propio, sin molestar a los demás compañeros, y poder trabajar en unas condiciones mínimas de comodidad. Esto nos permite dejar todo el material instalado de un modo permanente sin necesidad de recoger cable".

Este módulo laboratorio contará con una minúscula habitación para el meteorólogo de servicio que envía cada tres horas los partes a la red mundial meteorológica.

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