Roberto Suárez: "No creo en esta guerra"
El 'capo' boliviano dice que nadie erradicará "el mayor negocio del mundo"
"Yo no creo en esta guerra contra el narcotráfico, porque nadie va a erradicar el mayor negocio del mundo. De lo que se trata aquí es de la transferencia de la intermediación", afirmó Roberto Suárez Gómez durante una entrevista exclusiva con EL PAÍS en su celda-estudio de la penitenciarla de San Pedro en La Paz, donde ha cumplido un año y medio de los 15 años de cárcel por una sentencia dictada por un juez local por narcotráfico.Suárez Gómez, de 59 años, fue detenido a mediados de 1988 según la versión oficial del Gobierno de Víctor Paz Esterissoro, y que él rechaza para aclarar que cansado de "vivir años a salto de mata" optó por entregarse para demostrar su inocencia de los cargos que le imputan.
Acusado por la Drug Enforcement Agency (DEA, agencia antinarcóticos norteamericana) y algunos sectores de la policía boliviana de ser el rey de la cocaína, Suárez Gómez está detenido en la cárcel de San Pedro bajo estrictas medidas de seguridad.
Instalado en lo que fuera el taller de carpintería, en un ala de la penintenciaría, Roberto Suárez transformó su celda en un estudio. La cama de dos plazas y un par de colchones extras permiten albergar a su esposa y a sus dos últimos hijos, de 5 y 6 años, cuando pasan temporadas con el padre. Un televisor, un Betamax, y una radio son su contacto con el mundo exterior, además de las visitas familiares. Una mesa de comedor con cuatro sillas, una nevera y una cocinilla, además de un estante de madera, adornado con, macetas y flores, completan el amueblado de la celda, que contrasta vivamente con el hacinamiento en que viven 1.200 presos en las otras áreas de la penitenciaría, con capacidad real para 300 internos.
El ganadero e industrial beniano y su hijo mayor Roberto, Robi, están convencidos de que, contrariamente a lo que parece, "los esfuerzos han sido por agrandar los mercados, bajar los precios y reafirmar una política dirigida hacia la corrupción permanente y endémica de los gobiernos de los países productores de coca, que los deja sin opción de sentar soberanía, especialmente en estas negociaciones llamadas cumbres".
Suárez Gómez justifica esta apreciación vertida por su hijo y señala que, desde 1980, se habló de la sustitución de los cultivos de hoja de coca, pero "cuando las fuerzas especiales antidroga y los miembros de la DEA entraron a vivir en las zonas productoras, los cultivos de hoja de coca no bajaron, sino que aumentaron".
Facilidades
Pero, además, según Suárez Gómez, la creciente producción de cocaína tiene facilidades para salir del país. "Los socios del sistema", que, según Suárez Gómez, son seis, "tienen luz verde para exportar a Estados Unidos, mientras que el otro 60% del tráfico es encubierto oficialmente".
El hijo mayor de Suárez Gómez afirma por su parte que "son estas cumbres donde se está procesando un plan de ajuste del monopolio de la economía de la coca y la cocaína por parte del Departamento de Estado que, desde hace 16 años, con Kissinger y Nixon, ejecuta un plan de control de las economías de los países andinos y que ahora culminan con el plan Bennett como instrumento de una política cruel".
Menos vehemente que el hijo, el padre advierte simplemente que el objetivo no es sólo delinear políticas y estrategias de lucha contra el narcotráfico. "La idea aquí es la transferencia de la intermediación de la cocaína", a zonas más cercanas y de más fácil acceso a nuevos y potenciales mercados de consumo.
Las cifras del negocio ilícito de la cocaína a nivel mundial supera la de otros negocios legales que, hasta hace poco tiempo, estaban considerados como los de mayor rentabilidad. Sólo en América Latina, el volumen de operaciones, según fuentes oficiales supera con creces al monto de la deuda externa de la región. Desde su celda en La Paz, Suárez Gómez afirma que es posible controlar el narcotráfico sin derramar sangre. Hermético en su plan, deja apenas entrever que puede establecerse un nuevo monopolio en la producción de cocaína, en los sectores de consumo a base de precios accesibles a elites solamente, es decir, altamente prohibitivos. Pero a cambio, pudiera popularizarse toda la gama de productos derivados de la coca que no son nocivos en absoluto para las mayorías. "Yo termino con el problema en menos de un mes", afirma.
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