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Los puentes de acceso al Doce de Octubre, lugar favorito para los ladrones

El hospital Doce de Octubre, donde trabajan más de 5.000 personas, está flanqueado por la carretera de Andalucía, por un solar dedicado a la compraventa de vehículos y por una zona de descampado. Una ubicación perfecta para los atracadores, que desde hace un par de años han elegido los puentes que cruzan la carretera para sorprender a sus víctimas, personal de la clínica o parientes de los enfermos, que regresan a la ciudad después del trabajo o de las visitas. Los más temerosos toman el autobús en dirección a Villaverde, se bajan más adelante y lo vuelven a coger en dirección a Madrid.

Todo comenzó hace algo menos de tres años, cuando se abrió una oficina de Cajamadrid y los empleados recogían sus salarios cada semana. Los chorizos vieron que aquello era una mina y comenzaron los robos. La dirección del hospital contrató un servicio privado de seguridad para que vigilase todo el recinto, aparcamientos incluidos, y los trabajadores decidieron en masa domiciliar las nóminas para evitar males mayores. Pero la costumbre se había establecido."Desde hace unos meses, la moda está en los puentes", asegura Ana, que trabaja en el área de administración. Tres pasos de peatones elevados por encima de la N-II se levantan frente al Doce de Octubre. Dos de ellos llevan hasta las paradas de los autobuses que se dirigen a Madrid, y éstos son los favoritos de los ladrones.

"Desde que me atracaron, ya no paso por ahí", asegura Inés, supervisora en Traumatología, en la sexta planta. Su historia es muy conocida, porque consiguió convencer al atracador, un yonqui con síndrome de abstinencia, de que se dirigiera a urgencias y la dejara en paz a ella. "Mientras subía la rampa vi cómo abría la navaja. Debí darme la vuelta y echar a correr, pero no lo hice, y cuando llegue a su altura me la colocó aquí [señala una zona del vientre] y me dijo: 'Dame lo que lleves, que tengo el mono'. No sé cómo le solté el discursito y le convencí para que se pasara por urgencias a que le dieran algo. Pensaba que le iban a pegar los de la policía, pero aquí ni aparece. Me dijo que volvería a esperarme en 15 días, y, efectivamente, allí estaba paseando puente arriba, puente abajo. ¿Que si alguien le detuvo? ¿Para qué? Si no es él, será otro cualquiera. Esa vez sí que me di la vuelta, y hasta hoy".

Colegas

Mari Carmen, ayudante técnico sanitario en el mismo departamento, no sólo fue asaltada sino que presenció el atraco a una compañera. Ella también evitó dar el dinero. "Me quedé con él en la mano; en el último momento debieron reconocerme, porque estoy segura de que eran amigos de alguno de los que atendemos aquí. Vienen a visitarlos y a pasarles cualquier cosa, y a la salida se sacan unas perras". Marisa, una compañera suya, asegura que a otra chica llegaron a pedirle disculpas cuando les dijo: "Pero ¿no me reconocéis? Si soy la que está cuidando a vuestro amigo en el hospital".Planta por planta, siempre hay alguien que tiene algo que contar. "Aquí ahora no hay nadie a quien hayan atracado", asegura la secretaria de la cuarta, Aparato Digestivo, "pero le pasé a una contratada de la tarde y a Toñi, que ahora está en Hematología [en la planta baja]". En la tercera, Vascular, una enfermera recuerda riendo cómo asustó a sus atracadores cuando tiró por el suelo del puente todas las monedas que llevaba. "Pura chatarra", asegura; "lo miraron, se miraron, y salieron piernas para qué os quiero. Llevaba billetes, pero, teniendo monedas, ¿para qué se los iba a enseñar? Pero Asun no tuvo tanta suerte: le sacaron varios miles", concluye.

También hay casos de familiares, pero de ésos se enteran menos en el hospital, excepto en el caso del anciano que fue atendido en urgencias después de que los atracadores le tiraran del puente abajo. "El pobre sólo llevaba 20 duros", explica Ana; "son unos desgraciados, se aprovechan de los más débiles". Mientras tanto, "nadie hace nada". "Enviamos un escrito a la dirección para pedir que se nos proteja más", dice Mari Carmen, "y ni nos contestaron". Inés tuvo más suerte: "A mí sí me contestaron, diciendo que informarían a las autoridades, pero por aquí no ha aparecido nadie. La policía de la zona no tiene efectivos suficientes para vigilar los alrededores del hospital; así, que nos den dos duros".

Mientras tanto, las compañeras se reúnen de cuatro en cuatro para ir en autobús o bien cogen un taxi. Los más temerosos toman el autobús en dirección a Villaverde, se bajan al cabo de unas cuantas paradas -en una zona más segura-, cruzan la carretera y vuelven a montarse, esta vez en dirección a Madrid. De todas formas, mucha gente sigue cruzando los puentes a todas las horas del día. "Claro, los que no saben", concluye Ana.

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