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FERIA DE VALDEMORILLO

Más gente que cabía

Hubo lo que los taurinos llaman un tacazo. Media hora antes de empezar el festejo ya estaba llena la plaza y cuando sonó el clarín el gentío no cabía dentro, mientras aún había en la calle cientos de espectadores que no podían entrar. Parte del público desahogó su indignación por la sospecha de que se habían vendido más localidades de las debidas, pegándole un abucheo al alcalde. Abuchear alcaldes posee propiedades sedantes infalibles.Allá donde la multitud hacinada tenía que permanecer de pie, pues si se sentaba a alguien le podían hacer un hijo, estalló con virulencia la protesta, y unos cuantos exigieron la presencia de la autoridad, que era la Guardia Civil. El capitán pasaba por entre barreras con un transmisor en la oreja y aprovecharon para gritarle que arreglara aquello. "¿Quién, yo?" respondió el capitán, y siguió su camino. Como nadie resolvía el problema, la propia multitud daba ideas. Una propuesta de que las rubias se sentaran en las rodillas de los morenos (y sus acompañantes, a la calle) no fue aceptada.

Tabernero/ Finito, Jesulín, Saavedra

Novillos de Ignacio Pérez Tabernero, discretos de presencia, sospechosos de pitones, bravos y nobles. Finito de Córdoba: estocada corta descaradamente atravesada y baja, cuatro descabellos -aviso con tres minutos de retraso- y descabello (silencio); pinchazo hondo tendido, rueda de peones y cuatro descabellos (ovación y salida al tercio). Jesulín de Ubrique: estocada que asoma (silencio); pinchazo, otro muy delantero, estocada perpendicular y descabello; rebasó en cuatro minutos el tiempo reglamentario (ovación y salida al tercio). Juan Carlos Saavedra: pinchazo bajísimo y estocada (ovación y salida al tercio); estocada (oreja).Plaza de Valdemorillo, 10 de febrero. Quinta corrida de feria.

Ni la banda de música pudo entrar. Luego se oían tambores lejanos. "¿Será el tambor del Bruch?", preguntaba uno. "A lo mejor es que ha empezado la guerra en Chapinería", decía otro. Se precipitaron en las su posiciones, pues pudo apreciar se después que la banda, en estricto cumplimiento de su deber, tocaba desde la calle los pasodobles de rigor para que las faenas fueran musicadas y óleadas, según relataban los antiguos revisteros. Los músicos de la banda tenían más valor que El Guerra y hasta se atrevieron con Nerva, un pasodoble de muchos matices y sentimientos. Dios les premiará con una buena novia, porque consiguieron que sonara bien desde la lejanía.

De los toreros, ya te contaré Los toreros no supieron aprovechar las muchas virtudes de la novillada y el mismo Dios se lo habrá perdonado, sí, pero premiado, no. La afición, en cambio, no tan santa, ni se lo premió ni se lo perdonó. La afición, después de gritar que los novillos estaban afeitados, ponderó su bravura, jubiloso exponente de la casta noble que habían mamado. La afición se enamoró de los novillos. Y, claro, los novilleros le dejaban indiferente. Ese Finito de Córdoba incapaz de ligarle los pases al segundo y que apretaba a correr en los remates, empezó a caerle mal. En el quinto seguía desasosegado Finito y le redimió que acertara a cuajar tres naturales, varios pases de pecho y unos ayudados de su marca exquisita.

Si corrió Finito en el segundo, más corrió Jesulín de Ubrique en el tercero. Las casta del novillo le volvió loco. Al quinto, quintaesencia de la boyantía y la pastueñez (¿o deberíamos decir boyantez y pastueñía?) le hizo la faena que hubiera hecho Paco Ojeda. O sea, que encadenó medios pases, empalmó inmóvil los de pecho, plegaba la muletilla bajo el brazo. La imitación de Paco Ojeda le salió perfecta. Como tarde mucho Paco Ojeda en reaparecer, van a decir que es él quien imita a Jesulín de Ubrique.

Finalmente, en plan relleno, iba Juan Carlos Saavedra, novillero apenas conocido de la afición, pero se empeñó en que le conociera, suplió con pundonor la inexperiencia, muleteó tranquilo y ejecutó con pureza los tiempos del volapié. Quienes abarrotaron la plaza (y campo adyacente) para ver a los novilleros punteros, se encontraron con la sorpresa de que triunfaba el de relleno. Lo cual suele suceder.

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