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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nueva era en Japón

TODO INDICA que Japón ha entrado en una nueva etapa de su historia. La era dinástica Heisei, inaugurada en 1989 por el nuevo emperador, Akihito, coincide con un conjunto de cambios que modifican datos esenciales, tanto de la política interior como del papel que Japón desempeña en el mundo. La inclusión de Hungría y Polonia en el programa del reciente viaje del primer ministro, Kaifu, a Europa subraya la apertura de la política nipona a un problema tan candente como la revolución en lo que era hasta hace poco el bloque del socialismo real, dominado por la Unión Soviética. Kaifu ha hecho en Varsovia y Budapest ofertas muy importantes de ayudas económicas para la recuperación de esos países. Esta primera salida de Kaifu constituye una novedad sustancial en la política de Japón en la medida en que éste no actúa ya sólo como gran potencia financiera -una de los primeras del mundo, por no decir la primera-, sino como una gran potencia a secas, tanto en lo económico como en lo político. Y su voz pesará cada vez más en un mundo en plena mutación, en el que pierden vigencia las concepciones de la guerra fría. ¿Podrá Japón desempeñar el nuevo papel que le corresponde en el área internacional con un sistema político anquilosado y tocado por los escándalos, con el monopolio en el poder de un partido, el Liberal-Democrático (PLD), que lleva 35 años gobernando sin interrupción? En el verano pasado, cuando las elecciones al Senado dieron la victoria al Partido Socialista y dejaron en minoría en esa cámara, por primera vez desde 1955, al PLD, parecía que éste no lograría remontar la pendiente de su decadencia. Los sondeos de opinión indican que las cosas han mejorado bastante para él. La causa esencial de su hundimiento fue la corrupción, manifestada en el caso Recruit, y varios escándalos sexuales. El actual primer ministro llegó al poder -a pesar de que contaba poco en el complejo sistema de las baronías del partido- porque era una persona "libre de escándalos". Por eso mismo, ha podido en los últimos seis meses afianzar su prestigio. Y hoy es una de las cartas esenciales del PLD ante el cuerpo electoral.Los sondeos coinciden en que el PLD ganará las elecciones del 18 de febrero, aunque quedará muy por debajo de los casi 300 escaños (en una cámara de 512) que ganó en 1986. La duda estriba en si obtendrá la mayoría absoluta o bien tendrá que pactar con los independientes o con un partido del centro, como el Komeito (budista), para seguir gobernando. A la recuperación del PLD ha contribuido sin duda la incapacidad de los socialistas -a pesar de la brillantez de su líder, la señora Takako Doi- de presentar una alternativa al PLD. Los esfuerzos de ésta por crear un frente de oposición de centro-izquierda, dejando al margen a los comunistas, no han cuajado. El Komeito ha preferido esperar una eventual colaboración con el PLD que entrar en un frente de la oposición. Ello ha descartado la hipótesis de un fracaso rotundo del PLD y de un vuelco del poder a manos socialistas.

Con vistas al futuro, no obstante, los jefes de los clanes tradicionales del PLD (relacionados con las grandes potencias financieras) no parecen dispuestos a dejar el campo libre a un novato como Kaifu. Le han impedido, a su regreso de Europa, pronunciar en la cámara un discurso con el que pensaba reforzar su papel como jefe del Gobierno. Si el PLD gana de modo neto, será dificil desplazar a Kaifu; pero si no ocurre así, los barones intentarán volver a los métodos tradicionales y recuperar su pleno dominio de la política japonesa.

Pero pueden encontrarse con sorpresas: las cosas no cambian sólo en el plano internacional. La opinión pública japonesa comienza a estar hastiada del predominio de un partido durante 35 años. Las encuestas indican que incluso muchos votantes del PLD desearían que se viera forzado a formar una coalición con otros partidos. Hay un deseo de cambio, aunque sea dentro de las fronteras de tradición y conformismo propias de la civilización nipona.

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