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Escotes y muselinas

22 firmas de alta costura presentaron en París sus colecciones de moda para la primavera-verano

Sólo 3.000 mujeres en el mundo, según informaba el pasado sábado el diario Le Monde, podrán permitirse el lujo de vestir en la primavera y el verano próximos las ropas recién presentadas en París por 22 casas de alta costura. Y, sin embargo, los desfiles parisienses tuvieron una cobertura informativa digna de un acontecimiento que fuera a transformar la vida de medio planeta.

Desde Tokio a Bucarest, desde Beirut a Nueva York, desde Dakar a Santiago de Chile, los reportajes de los periódicos, semanarios y televisiones volvieron a exhibir el festival semestral de una actividad, la moda, que es espectáculo creativo, negocio multimillonario e imagen de marca de la cultura dominante de los tiempos.Muchos se temen en París que en el renacimiento europeo que puede alumbrar la caída del telón de acero, Alemania sea el motor y Francia se limite a poner la carrocería. A la espera de la realización de ese más que probable augurio, Francia sigue estando perfectamente colocada para envolver en champaña, perfume y muselina el producto de la unión europea en torno a la democracia y el libre mercado. Y al darle forma a la mercancía, Francia influirá de modo determinante en su contenido.

Lo acaba de probar la presentación en París de las colecciones de la primavera y verano de 1990 de los grandes modistas. En una ciudad donde el principal debate ideológico de los últimos meses ha sido el provocado por las alumnas musulmanas empeñadas en acudir a las escuelas con los cabellos cubiertos con púdicos velos, los diseñadores de Chanel, Christian Lacroix, Guy Laroche, Yves Saint-Laurent, Gianni Versace, Lanvin y prácticamente todos los demás, han coincidido en sugerir que las mujeres vayan en los meses cálidos de este año con minifaldas vertiginosas, escotes hasta el ombligo y cinturas entalladísimas.

Los trapos exhibidos estos últimos días en París tienen precios más bien prohibitivos. Una falda o una blusa están en tomo a los 25.000 francos (aproximadamente medio millón de pesetas); un traje de noche puede llegar a los 250.000 francos (unos cinco millones de pesetas). Pero, como todo el mundo sabe, lo importante es la tendencia.

La industria del lujo se ha convertido en un gran negocio. Con el nombre Çá est la Vie, gran aparato de rayos láser y la obertura de Carmen, Christian Lacroix presentó el otro día el primer perfume de su casa. En el bautizo de su perfume, Lacroix presentó sus trajes bajo el signo de Las Meninas de Velázquez, un avispado homenaje al pintor que estos días expone el Museo del Prado. El gran clásico Yves Saint-Laurent optó en cambio por la evocación de algunos de sus personajes favoritos. Los nombres de Rita Hayworth, María Callas, Marcel Proust, Silvana Mangano, Marlene Dietrich, Marylin Monroe y Jean Cocteau, fueron así asociados a las propuestas vestimentarias de Saint-Laurent para la próxima temporada.

Un desfile de alta costura es un acto de creación artística, una combinación de escultura, música y danza colocada bajo la advocación de una determinada idea. Karl Lagerfeld, diseñador de Chanel, optó por imaginar a la mujer de la primavera y el verano próximos como una mariposa, con brevísimas faldas volantes de muselina. Claude Montana, recién fichado por la casa Lanvin, la vio como una fortaleza, con capuchas, rejillas en el cuello y porcelanas y espejos, aunque, eso sí, las piernas al aire. Siguiendo su tradición, Paco Rabanne, agraciado este año con el premio Dedal de Oro, puso a sus trapos metales, plásticos, lentejuelas y cueros. En el hotel Ritz, Gianni Versace presentó un París fatal con música de tango. Guy Laroche tomó también la senda de América Latina y exhibió ponchos, bombachos y saharianas.

Los grandes entre los grandes, en plena forma. Para Dior, Gianfranco Ferré diseñó una mujer finolis que vestirá conjuntos llamados Aleteo, Viento Lleno o Estrella de las Hadas.

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