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Reportaje:

Calle del Águila del buitre leonado

Manolo Conde dice que el azulejo que señala la calle del Águila, está equivocado. Manolo Conde sabe de animales. Sobre todo de felinos. Pero también sabe de rapaces y asegura que quien ha pintado el azulejo de la calle del Águila no sabe de rapaces. Sí sabe dibujar, porque lo que ha pintado es un buitre leonado perfecto. Manolo Conde está indignado. Y cada vez que vamos a la taberna de Calatrava, al 11, Vinos, nos lleva a la esquina de la discordia y nos dice:- Eso no es un águila.

Mis hijos le dan la razón. Y el pequeño, más solidario, asegura que es cierto. Que es un buitre leonado perfecto. Luego, una vez que Manolo ha confirmado que aquello no es un águila, nos vamos al número 11 y tomamos un cerveza y algún pincho de bonito. La cerveza es de esas que tienen la espuma espesa y se pega a los labios. El dueño es de Salamanca y aquí vienen de Macotera y de la Nava. Son paisanos que se conocen y se saludan y se preguntan por las familias.

Manolo Conde quería escribir al alcalde para que cambiara aquellos azulejos por otros con un águila. Pero la verdad es que nunca lo hizo. Creo que habló con un concejal y que llegó, incluso, a llevarle a la esquina en cuestión. El concejal hubo de reconocer que aquello, efectivamente, no era un águila. Tal vez podía ser un buitre leonado, pero él de rapaces no sabía mucho. Así que allí quedó el azulejo.

La Copita Asturiana

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A nosotros, de momento, nos sirve de referencia. Quedamos "donde el buitre leonado" para ir a tomar unos cañas en el 11 de Calatrava, o en el almacén de Vinos, un poco más abajo, o a comer en la Copita Asturiana, en la calle Tabernillas. En la Copita Asturiana se está muy bien a media tarde. Entra el sol por los cristales y uno se adormece con el calor del aguardiente de hierbas y la disgestión de unas judías con almejas.

La cerveza, el bonito, la comida o el orujo son distintos por estas calles. Son cervezas y vinos y calles que favorecen y fomentan la amistad y el enamoramiento. Y las peteneras, ya de madrugada. Son calles hechas para el paseo y la galvana. Y para hablar mucho, para cambiar el mundo. Para vivir cada instante más despacio.

Aquí, por estas calles, en la esquina del buitre leonado, puede uno enamorarse en un instante y para siempre. Emborracharse de noche y de frío. Y de versos de amor. Y cuando esa pasión eterna se termine, siempre, por estas calles, habrá una barra donde apoyar el desaliento. En Casa Tomás, por ejemplo. Si hay suerte, incluso y está abierta la taberna, un vermú puede ser el mejor remedio contra cualquier recuerdo.

Al fin y al cabo, -verdad, Manolo-, en un sitio donde las águilas son buitres leonados nadie puede quejarse de un engaño.

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