Los ojos de Velázquez

VELÁZQUEZ LO miró todo: la risa, el drama, la soledad y la guerra. Todo lo vio con pasión idéntica y lo pintó todo como si quisiera fijarlo en el tiempo. Su diversidad no le quitó ni fuerza ni profundidad; al contrario, ambas virtudes fueron acrecentadas con la sabiduría de la edad y de la imaginación. Los españoles tienen ahora una oportunidad irrepetible para disfrutar de esa enorme capacidad de su mirada. La exposición que ayer inauguraron los Reyes en el Museo del Prado es una de las grandes iniciativas culturales que se ha permitido España en los últimos años y, acaso, la muestra más importante de un solo autor exhibida jamás en la principal pinacoteca española.La realización de esta iniciativa -que dobla en contenido a la exposición homónima que, también con la ayuda del Prado, celebró el pasado año el Metropolitan Museum de Nueva York- demuestra que una buena política de cooperación cultural internacional termina haciendo posible lo que parece una ensoñación: reunir en una sola muestra la obra dispersa de un genio. El azar ha querido que la inauguración real de este sueño que es la exposición Velázquez haya coincidido con el primer aniversario de la muerte de otro español imborrable, Salvador Dalí. Su obra, como la de tantos, demuestra que el arte verdadero sigue vivo en los otros. Por eso es tan inmortal la mano de este español que desde anoche podemos ver casi entero.