Otra vez
Me embarga el desaliento de sólo pensar que tengo que escribir una vez más sobre el aborto. Y he empleado ese imperativo tengo que con total justeza, porque es la realidad, obcecada y pelmaza, la que nos obliga a seguir batallando. Esta vez se trata de tres ginecólogos de la Seguridad Social a los que van a juzgar dentro de unos días en Pamplona. Les piden 12 años de cárcel y 14 de inhabilitación a cada uno.Y todo porque realizaron un aborto que ellos juzgaron no sólo justo y necesario, sino además dentro de esa ley que, por lo que se ve, no es más que un chiste. A la paciente, una mujer de 19 años, le habían hecho 15 radiografías durante los primeros meses de embarazo. Una barbaridad que auguraba un feto monstruoso y mutante. Y abortó. Pero luego llegaron los feroces defensores del cigoto y montaron la bronca.
No sé si estos paladines del escrúpulo saben bien lo que son las radiaciones. Sólo 12 sesiones de radioterapia para quitarse unas verruguitas reventaron las manos de una muchacha, Inmaculada, que lleva varios años de baja y 12 intervenciones quirúrgicas para intentar enmendar los bárbaros destrozos. El responsable es el doctor Falcó Pujol, que además parece veterano en la chapuza, porque hace unos años tuvieron que amputarle un pie a otra de sus pacientes por el mismo motivo. Por aquella primera y bestial mutilación, Falcó fue condenado a seis meses de arresto. Por esta nueva pifia, y pese a la reincidencia, le piden sólo seis meses de prisión y otros seis de arresto. De inhabilitaciones, por cierto, no he leído nada: por lo visto puede seguir rebanando extremidades tranquilamente. Qué concepción tan curiosa tiene esta sociedad de la justicia y de la medicina: medio año para el mutilador, media vida para los ginecólogos. Que pregunten a las pacientes respectivas a ver qué opinan de sus médicos. Lo demás no es sino hipocresía o fanatismo.
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