_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los republicanos

La historia contemporánea impide permanecer impasible ante el ascenso de grupos y partidos que, pese a llevar ropajes mejor cortados para los tiempos que corremos, dejan traslucir el fondo de ideas y de actitudes que caracterizó al nazismo. Con tema resbaladizo, toda preocupación es poca: un sentimiento visceral antigermánico, tan comprensible como injusto, tiende a exagerar el menor síntoma fascista: en cambio, en Alemania la tentación es quitar hierro al peligro nazi, subrayando lo que, por otro lado, parece obvio, el carácter de protesta que tiene buena parte del voto extremista.A un nivel alto de abstracción, y por tanto con un valor más esquemático que descriptivo, cabe decir que, en principio, la izquierda propende a subrayar la igualdad y la derecha la desigualdad, aunque la primera reconozca límites funcionales al igualitarismo y la segunda morales y legales a la desigualdad. En cambio, el extremismo de derecha lleva a sus últimas consecuencias el principio de desigualdad, así como el extremismo de izquierda el de igualdad. La aplicación radical del principio de igualdad, al cercenar por la fuerza -no cabe otro modo- toda diferencia, desemboca en el totalitarismo; la aplicación consecuente del principio de desigualdad, al negar la igualdad constitutiva de todos los seres humanos, sea cual fuere su sexo, edad, raza o lugar de nacimiento, acaba en la barbarie.

No define a la extrema derecha el poner especial énfasis en las diferencias, por lo demás ostensibles, entre los pueblos, los sexos, las clases y los individuos, sino el hecho de que las valore de forma que sostengan un orden jerárquico: no sólo cada nación muestra rasgos propios, sino que habría pueblos superiores y otros inferiores; no sólo los sexos son diferentes, es que la mujer sería inferior al varón; no es que los individuos sean distintos, es que algunos, por sus dotes extraordinarias, son caudillos natos. El principio de desigualdad adquiere toda su perversión cuando se vincula a la noción de jerarquía. La desigualdad, jerarquizada según rangos y estamentos, constituye uno de los pilares de la ideología fascista de ayer y de hoy.

Modos militaristas

Los republicanos representan en la RFA una forma actualizada de fascismo que, justamente, por haber roto con los viejos símbolos, modos militaristas y actitudes violentas, me parece mucho más alarmante que las pandillas uniformadas que remedan al nazismo. De puertas afuera, los republicanos recalcan su médula conservadora y consideran un insulto el que se les llame "fascistas"; de puertas adentro, es mayor la ambigüedad, sobre todo entre la juventud, cuando insisten en su carácter "revolucionario".

En cada uno de los capítulos del programa republicano no es fácil distinguir entre posiciones ultraconservadoras y aquellas claramente fascistas; se mueven en tina zona gris en la que predomina la ambigüedad. Lo que a fin de cuentas tipifica el carácter fascista es la reunión de unos puntos básicos en un mismo síndrome: nacionalismo radical, en sus dos componentes de orgullo nacional agresivo, y de discriminación de lo extranjero; conclusión, Alemania tendría que liberarse de la hegemonía de las potencias aliadas, una vez firmado un tratado de paz y recuperada la unidad nacional perdida. Propuesta de un nuevo orden económico en el que se reconozca el esfuerzo y la valía de cada uno, defensa del liberalismo individualista más acérrimo, a la vez que una propuesta demagógica de librar a los ciudadanos de la dominación del capital multinacional. Crítica de la llamada partitocracia y de los partidos establecidos, que habría que sustituir por formas de democracia directa y plebiscitaria que permitiesen una comunicación nueva entre el líder y su pueblo. Sujeto histórico no son los individuos ni las clases, sino la nación, el pueblo alemán, entidad metafísica que daría sentido a la historia y a la vida colectiva.

Para percibir la peligrosidad de los republicanos en la política de la República Federal de Alemania, permítaseme transponer al contexto español lo que sería entre nosotros un partido de las características del alemán. Para evitar malentendidos, considero necesario insistir en que no hago más que trasladar el programa de los republicanos alemanes a la circunstancia española.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Los republicanos españoles empezarían por, aprovecharse de su nombre en un doble sentido: por un lado, se adornarían del prestigio izquierdista de esta denominación para subrayar, como mejor convenga, que ellos son de izquierda, aunque de una izquierda nacional, o que la distinción entre izquierda y derecha ha perdido toda significación; por otro, arremeterían conta la institución monárquica y la familia real con todo el odio acumulado por la extrema derecha. La bandera antimonárquica les pondría fuera del sistema, con las ventajas que esto representa para un movimiento que se inicia.

El segundo frente sería el político, arremetiendo contra los partidos establecidos a la derecha y a la izquierda, en primer lugar, contra socialistas y comunistas, desde la visión republicana un mismo magma de corrupción personal y de desprecio por los "valores nacionales". Aquí se inscribe el momento de afirmación: los republicanos devolverían el "orgullo de sentirse español" y la posibilidad de volver a hablar de la "grandeza" de España. Con la mayor. dureza y utilizando todas las armas, arremeterían contra los "separatismos". La debilidad del Estado con el terrorismo sería uno de los temas centrales de propaganda, pidiendo la pena de muerte para los delitos terroristas, como exige la ley del Talión, ojo por ojo y diente por diente. Todo ello culminaría en el culto de la Guardia Civil, la Policía Nacional y el Ejército de la nación, que encarnarían la última reserva del patriotismo. La "unidad sagrada de la patria", ataques al Borbón, muerte al terrorista, crítica de la "corrupción comunista-socialista", serían los temas centrales en torno a los cuales giraría su propaganda.

Liberalismo a ultranza

Nada tendrían que ver con el pasado franquista, prueba de que ellos eran republicanos y Franco se cargó la república, pero que un justo distanciamiento crítico no les impedía reconocer lo mucho que el general había hecho en defensa de los valores más altos de la patria, de la unidad de España y de un desarrollo próspero por haber gobernado con firmeza y honradez.

En lo económico serían portavoces de un liberalismo a ultranza, que aplique el principio de que no coma más que el que trabaje, y, consecuentemente, se elimine el subsidio de desempleo y los salarios sociales. Ya se sabe que los que no trabajan es porque no quieren, y cuanto más se ayude al indigente, más vagos y maleantes habrá. Es justo que se enriquezca el que es diligente y honrado; injusto que el Estado le arrebate en forma de impuestos una buena porción de sus ingresos, que luego van a parar a los bolsillos de la burocracia corrupta de los partidos, a los vagos y maleantes del país, en fin, a los países del Tercer Mundo. Nada tendrían los republicanos contra los pobres de África o de América Latina, pero saben que poco se remedia con regalos; lo único que hay que eriseñarles es que sólo trabajando duro se vive con algún desahogo. En primer lugar hay que defender el producto del trabajo de cada uno frente al Estado; en segundo lugar, frente al capital multinacional, explotador y especulativo, que no tiene patria ni reconoce otro objetivo que su propio beneficio. Los republicanos propugnan un nuevo orden económico en el que los últimos valores no sean la producción y el beneficio, sino la libertad individual y el bien supremo de la nación.

Quede para otra ocasión establecer diferencias y similitudes con el viejo fascismo; la más espectacular, que se renuncia a la violencia para llegar al Gobierno y se asume la legalidad vigente, así como delimitar los sectores sociales -los obreros y los medios proletarizados, así como los autónomos y los que se benefician del actual proceso de modernizaciónque pueden sentirse atraídos por este programa. ¿Dormiría tranquilo el lector si en España tuviésemos un partido de estas características? En Alemania existe, y se acerca al 10% de los votantes.

Ignacio Sotelo es profesor de Ciencia Política de la universidad de Berlín.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_